jueves, 11 septiembre, 2025
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Duki en River Plate: el triunfo colectivo

Esta semana, el mundo vio llorar a Duki. En medio de una conferencia de prensa de rutina ante lo que iban a ser los dos shows más grandes de su carrera, el autoproclamado hitboy no pudo evitar trastabillar emocionalmente al tomar registro de su propia hazaña, una curva que ascendió en tiempo récord desde las batallas de El quinto escalón a un escenario en medio del Monumental. Dos días después, al tercer tema de su presentación del sábado, Duki paró la pelota para invertir la carga de ese episodio: “Yo soy hombre, lloro desde que nací y viví triste toda mi vida y gracias a eso me hice fuerte, así que toda la gente que piensa que llorar y estar triste está mal, son todos unos cagones y no tienen huevos. Yo lloro, yo estoy triste, me la banco y salgo adelante, así de simple», dijo antes de recibir una ovación.

El discurso bien sirve para resumir el peregrinaje al éxito de Duki en todo este tiempo, un viaje en el que las debilidades fueron convertidas en fortalezas. Tomar un fenómeno musical marginal, militarlo y hacer que pase de rareza minoritaria a tendencia dominante en una ventana de tiempo acotada, en la misma cantidad de tiempo en la que en otra época un artista grababa su tercer o cuarto disco. Duki llegó a River a lo 27, la misma edad que tenía Fito Paéz cuando hizo su primer teatro Gran Rex para presentar Tercer Mundo,  la que ostentaba Gustavo Cerati mientras Soda Stereo grababa Signos o la edad promedio de los integrantes de Babasónicos al momento de lanzar Dopádromo

Ese peregrinaje del héroe también tuvo su correlato en el storytelling de su desembarco en River Plate. A solo un año de haber hecho cuatro shows en el estadio de Vélez, Duki convirtió a su último disco, Antes de Ameri, en el concepto con el que guiar las cuarenta canciones que sonaron el sábado en Núñez. Con el escenario convertido en una suerte de caverna galáctica, cada bloque estuvo separado del siguiente por una animación en video en la que se lo veía como un astronauta recorriendo la galaxia, escapando de un planeta en crisis para hallar la salvación en uno nuevo en donde equilibrarse a sí mismo. Eso es lo que Mauro Ezequiel Lombardo Quiroga encontró en el trap del cual hoy es bandera: un lugar de pertenencia, pero también un refugio solitario en el que protegerse del mundo, su propia Fortaleza de la Soledad supermaniana.

Duki
Mazzaph / Gentileza

La idea de Duki como héroe individual pero representante de un colectivo se vio en la lógica del show. Pasada la apertura con “Givenchy” (¿acaso vio venir en 2021 el giro político cuando escribió “Que se joda el sistema de casta, a esfuerzo se gana y a gusto se gasta”?) y “Otro level”, una versión de “Tumbando el club”, de Neo Pistea, ofició de recordatorio de que su éxito es fruto del ascenso de una camada entera. De ahí que la llegada al escenario de Rei para “Pininfarina” y “Pintao” fuesen la puerta de entrada para un elenco rotativo del feat en la vida real. “Wacha” y “Hitboy” con Khea, “Uno dos” con Salastkbron, “Harakiri”, “Fuck Love” y “Alas” con C.R.O. fueron la revalidación de un triunfo generacional. 

El factor diferencial de Duki está también en su capacidad para moverse por fuera de las barreras. Ahí donde algunos de sus compañeros de camada parecen haber encontrado en las cuatro paredes del trap un límite imposible de sortear, él saltó al terreno del reggaetón (“Antes de perderte”, “Si quieren frontear”, “Además de mí”), una de las estrategias que explica su proyección allende las fronteras. También, su expansión en el mundo multiplataforma del pop junto a Emilia, una suerte de pareja Real del género urbano, que tuvo su momento privado primero con “Como si no importara”, y luego con el segmento Avengers de “Los del espacio”, al que se acoplaron Tiago PZK, Rusherking y Big One). La estocada definitiva de esa proyección internacional se materializó también con la aparición de Bizarrap cerca del final, con un módulo propio de sintetizadores, samplers y máquinas, una suerte de Mago de Oz del trap que mostró sus trucos en “Malbec”, “Sin frenos” y la BZRP Music Session compartida entre ambos.

Consciente de que todos esos matices tuvieron un punto de partida en el trap duro, el final del show buscó contener a la masa crítica que fue en busca de eso, con “Mi chain de Roque”, “Si te sentís sola”, “Quavo”, “Rockstar” (con el estribillo en manos del público)  y “Hello Cotto” como paradas obligatorias. La idea se reforzó más aún al momento del cierre, con “Goteo” y “She Don’t Give a FO”, las canciones con las que Duki logró trascender el nicho hacia la masividad, esa misma a la que aludió en su discurso del inicio. “Si tienen un sueño, peleen por eso. Los argentinos llegamos lejos porque somos trabajadores y soñadores. Si ustedes no me lo daban, no me lo iba a dar nadie. Si estoy llenando un Bernabeu en España, es porque mi gente en Argentina me eligió y me puso en el lugar donde estoy, y eso se los voy a deber toda la vida. No hay nada más grande que sentirme bien en casa».  Y a veces los sueños tienen correlato con la realidad.

Duki
Mazzaph / Gentileza
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