A 30 años del comienzo de la carrera de The Brian Jonestown Massacre, su creador asegura que siempre estuvo entre sus intenciones mantenerse a flote durante tanto tiempo. “Esperaba que esto durara tanto porque amo a la música y mi plan era ver cuán lejos iba a llegar”, dice Anton Newcombe antes de una nueva visita a la Argentina esta noche en C Art Media (Corrientes 6271). A lo largo de esas tres décadas, la banda que lo tiene como vocalista y principal compositor sacó una veintena de discos que mantuvieron encendido el candil de la psicodelia y el garage en sus posibles encarnaciones, algo que Newcombe entiende es un gusto del que pocos pueden jactarse: “Siento que Dios me bendijo, soy muy afortunado. Mi mamá decía que yo iba a terminar preso o muerto. reconozco que soy salvaje, pero así y todo pude decirle ‘Te equivocaste, adiviná de nuevo’. Mi plan era no cagarla y hacer un poco de dinero por si lo necesitaba para mi salud porque no había un plan B».
En todo este tiempo, The Brian Jonestown Massacre se mantuvo en actividad constante aun sin llegar a ser una figura del mainstream, algo que no parece preocupar a su líder. “No tengo un problema con la gente que no escucha mi música, mientras yo pueda seguir escribiendo mis canciones. Tenés que ser realista: hay una maquinaria que apoya a Taylor Smith (sic) y todos esos chicos nuevos”, explica Newcombe sobre una carrera forjada fuera de los radares de la masividad, algo con lo que aprendió a lidiar desde temprano. La clave, dice, es que siempre haya espacio para la pluralidad de gustos. “Nunca me interesaron Pearl Jam o Soundgarden, y lo digo de corazón, pero no es que no me importe la gente a la que gusta esa música o que iba a los conciertos. Es lo mismo que el fútbol, no me importa si sos hincha del City o del United, simplemente me pone contento que a la gente le gusten cosas, el mundo gira de ese modo. Mi hijo más chico está metido en Pokémon, manga y Minecraft y no me gusta nada de eso, pero quiero que él sea feliz”, explica.
Con un repertorio construido en base a la interacción humana, lo que Newcombe ofrece para tiempos de IA y algoritmos es un espacio de resistencia. “Tenemos que crear cultura. Todo está contra nosotros, hay que hacer algo como armar un club y que sea el más cool de todos para que todos quieran ser parte”, reflexiona, antes de asegurar que tampoco prefiere dedicarle demasiado interés a todo aquello que lo molesta. “Que se vayan a la mierda, no son dignos de mi tiempo. Ya hay demasiadas cosas compitiendo por mi bronca: basta con agarrar tu teléfono y ver que es algo de Gaza, algo que pasó en los Estados Unidos o cualquier otra cosa. Por eso hay que concentrarse en hacer música positiva que haga que la gente se sienta mejor, no toda esta otra mierda”, completa.
El vivo es un terreno en el que The Brian Jonestown Massacre encuentra a veces su punto ideal, con shows que en algún momento supieron tener una duración más que extensa, pero que ahora debieron ajustar un poco su recorrido. “Giramos el mundo haciendo un set de más de tres horas, tocamos donde pudimos así, y no eran zapadas sino canciones, que tengo a montones. Podía tocar una canción de cada disco y completar el set”, cuenta Newcombe antes de explicar el motivo por el que dejó de hacer eso: un doble bypass coronario que lo obliga a ser un poco más metódico con su rutina sobre el escenario. “Todavía estoy recuperándome, y si hago dos horas ya está más que bien. Es bastante más que lo que te dan en un festival, que es algo que detesto. Va a estar bien, lo prometo. Es algo muy importante para mí”. La música cura, y Anton parece querer dar fe de eso: “¿Cuál es la alternativa? ¿Quedarse sentado mirando tele? ¿Rendirse y morir? No, gracias”.






