miércoles, 10 septiembre, 2025
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Nouvelle Vague: «no sabemos dónde pueden estar los límites»

A principios de este siglo, la dupla creativa de Nouvelle Vague tuvo una misión. Marc Collin y Olivier Libaux apelaron a un juego idiomático que devino en un experimento musical: si una de las interpretaciones posibles del término bossa nova es “nueva ola”, ¿por qué no reversionar en clave carioca a los clásicos de la new wave? Así, canciones de Joy Division, Bauhaus, Tuxedomoon, New Order, Echo and the Bunnymen y Blondie cobraron una nueva vida en un formato que no tardó en ser replicado (en algunos casos burdamente copiado) en distintas latitudes, incluida la Argentina. El éxito de sus dos primeros discos desencadenó una gira mundial que tuvo su escala porteña en 2008, y la fórmula mantuvo la maquinaria en funcionamiento varios años, hasta que el proyecto entró en un impasse en 2017, que parecía destinado a prolongarse eternamente tras la muerte de Libaux, en 2021. 

De alguna forma, aunque es el nombre de una de las canciones de The Clash que lo integran, el título del sexto disco de Nouvelle Vague parece aludir a la relación que Collin mantiene con su propio proyecto. Lanzado a finales de febrero, Should I Stay Or Should I Go se volvió el argumento ideal para poner en marcha de nuevo al grupo, actualizar su repertorio y también su elenco de vocalistas. Acostumbrado a encarar un sinfín de bandas y aventuras de vida efímera, Marc decidió romper su propia regla para despertar de nuevo a Nouvelle Vague, con un argumento más que convincente. “Es mi proyecto más exitoso”, admite entre risas. Y agrega: “Es una buena oportunidad para mostrarles algunos covers nuevos con nuevas cantantes, y un repertorio nuevo para que descubran canciones que quizás no conocen”. El 4 de noviembre, Nouvelle Vague visitará por segunda vez la Argentina, con un show en The Roxy Live (Niceto Vega 5542) el 4 de noviembre

No tenías ninguna intención de sacar un disco de Nouvelle Vague. ¿Qué te hizo cambiar de parecer?
A veces está bueno estar atento a las señales que te da la vida. Tuve una llamada del sello que había publicado algunos de nuestros discos anteriores hace quince años o más. Me preguntaron qué estaba haciendo con Nouvelle Vague y les dije que nada, pero me sugirieron celebrar los veinte años del proyecto. Me propusieron hacer un disco nuevo pero yo no estaba inspirado, así que me dieron algunas ideas de covers, como «Should I Stay or Should I Go», y empecé a pensarlo. Dos días después, conocí a una chica en una fiesta, Alonya. Me pareció muy interesante, era una cantante y bailarina y me encantó su estética, porque tenía una onda muy de los años veinte. Fue bastante inspirador, así que le conté del proyecto y la invité a probarse, y empezamos con ese tema de The Clash. Me gustó mucho lo que ella hizo y sentí que quería hacer más cosas con ella, así que ahí supe que quería hacer un disco.

¿Cuál dirías que es el punto de contacto entre las canciones que elegís hacer y los géneros en los que las reinterpretás?
Depende la idea y la visión que se me venga a la mente al momento de hacerlo. A veces pienso en la canción e inmediatamente tengo una idea: En «Should I Stay Or Should I Go» hay un verso que es en español en el tema original, entonces se me ocurrió que podía jugar con eso. Por supuesto, conozco la historia de The Clash y Sandinista! y sus vínculos con Sudamérica, entonces me pareció que podía darle un ritmo similar y mezclarlo con reggae y ska. También tenés temas como «She’s In Parties», que leí que era sobre Marilyn Monroe y entonces eso me hizo pensar en cómo crear algo que sonara como una banda de sonido oscura, parecido a una película de James Bond. 

Cuando grabaron el tercer disco, tuvieron gente como Martin Gore, Ian McCulloch e incluso Terry Hall, que participaron cantando sus propios temas. Antes de que eso ocurriese, ¿cómo era por lo general la reacción de los artistas de las versiones originales?
Llamativamente muy bien, y entendí por qué. Cuando sos un artista, no te gusta cuando la gente hace covers con el mismo sonido y la misma forma en la que vos hiciste una obra, no te gusta la imitación. La mayoría de las bandas, al momento de hacer una versión hacen eso, recrean la canción y es muy aburrido para los autores. Lo nuestro es tan distinto que pueden reírse, sorprenderse y escuchar algo completamente nuevo con sus propias canciones. Una vez escuché que Peter Hook había elogiado mucho nuestra versión de «Love Will Tear Us Apart» porque la llevamos muy lejos del terreno de la original. Por lo general tenemos muy buenas respuestas, quizás la única excepción sea el tipo de los Sex Pistols, John Lydon, que no le gustó lo que hicimos, pero bueno… (se ríe) 

El repertorio de Nouvelle Vague se mueve en un recorte temporal muy preciso, entre finales de los 70 y principios de los 80. ¿Por qué te manejás tan a rajatabla?
Es la era dorada del post punk. El punk llegó en 1976, pero no soy un gran fan de las bandas de punk. La idea es increíble, pero la música de Sex Pistols o del primer disco de The Clash no es lo mío, y tampoco es mi generación porque yo era todavía un poco joven. Cuando el punk llegó a su fin, ahí fue cuando las cosas se pusieron realmente buenas. Bandas como Wire, Buzzcocks, Magazine y The Cure empezaron en esa era, que a su vez ya había llegado a su ocaso para el 83 o el 84. 

Cuando publicaste el primer disco de Nouvelle Vague en 2004, había al mismo tiempo una camada de bandas como Franz Ferdinand, Bloc Party e Interpol, que estaban haciendo un revival del post punk. Dos décadas después, el fenómeno se da de vuelta con una nueva generación de artistas. ¿Por qué creés que se da ese regreso cíclico del género?
Creo que ahora es un poco difícil para los músicos jóvenes, porque da la impresión de que todo ya está hecho en la música, entonces es difícil crear un género nuevo. Muchas bandas intentan jugar con todo lo que pasó en el siglo XX, y por ahí tenés un revival del rockabilly o del rock progresivo. El post punk es algo muy interesante, porque fue el momento en el que los músicos tuvieron la oportunidad de comprar sintetizadores y máquinas de ritmo. Era algo nuevo, entonces todos eran muy creativos y hacían algo muy personal, y entonces siempre es bueno volver a esa época. En los ochentas lo que importaba eran las canciones, las letras, las melodías. En los noventas se trató sobre la producción y el sonido, tenías al drum and bass, el trip hop y el acid house, los héroes ya no eran los cantantes sino los productores. El post punk es como el paso previo a eso: las canciones son increíbles pero también hay muy buenas melodías y sonidos.

Existe una línea muy delgada entre hacer una lectura distinta de una canción y entrar en el terreno del ridículo. ¿Es algo que te preocupa al momento de encarar el repertorio?
No, no realmente, porque no sé dónde pueden estar los límites. Lo primero que hicimos fue “Love Will Tears Us Apart” en bossa nova y con una cantante brasileña que no sabía hablar inglés, fue algo muy arriesgado y osado. No había límites, porque Joy Division es quizás la banda más celebrada, es una institución. Entonces, tomar su canción y hacer algo que podía ser visto como ridículo fue algo bastante valiente en cierto modo, y a la gente le gustó porque Nouvelle Vague no es un chiste. Tiene todavía su melancolía y podés sentir que la canción tiene eso, así es como funciona. Estoy tratando de hacer algo nuevo, reinventar la canción y llevarla a un nuevo terreno. Cuando estuvimos en Sudamérica tocamos en Brasil, y estábamos un poco temerosos, porque temíamos que nos abuchearan. Al final estábamos equivocados, pero porque además ellos no nos consideraban una banda de bossa nova. Nos veían como unos franceses cool que hacíamos algo con un poquito de bossa. Para ellos era algo lindo y entretenido, pero no nos comparaban con esa música de una manera tan purista.

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