miércoles, 10 septiembre, 2025
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La segunda vida de Ride

Como muchas otras bandas, Ride se separó y volvió a reunirse. Pero, a diferencia de la mayoría de sus colegas, la banda de Oxford lleva más tiempo en actividad en su segunda encarnación, desde 2014 a la fecha, que en la primera, de 1988 a 1996. “Es un poco perturbador, quizás ya es hora de separarnos de nuevo”, dice entre risas el baterista Loz Colbert, en un intento de graficar cómo se llegó a un intervalo de dieciocho años que parecía destinado a no tener final. Y agrega: “La primera vez fue muy intensa. Éramos muy jóvenes, pasamos muchos años de gira y no éramos capaces de solucionar las cosas. Haber parado seguramente ayudó. Todos aprendimos a apreciar lo que habíamos tenido, y todo eso llevó a que esta vuelta sea mucho más consistente, con un paso más firme que no tuvimos antes”. 

La prueba de esa firmeza a la que alude Colbert es Interplay, el séptimo disco de estudio de Ride (el tercero desde su reunión), publicado a finales de marzo. El disco es parte de un proceso que busca evitar la nostalgia: si bien el shoegaze sigue siendo la moneda corriente, las texturas electrónicas y guiños al post punk de canciones como “Last Frontier” o “Monaco” suman nuevos colores al terreno seguro representado por “Portland Rocks” y “Peace Sign”. Sin embargo, para el baterista esta búsqueda representa el costado más genuino del grupo: “Con los dos discos anteriores empujamos mucho los límites, probamos cosas y le permitimos a la banda explorar nuevas formas de componer. Con este pensamos ‘Bueno, hagamos lo que mejor nos sale y seamos Ride, no tratemos de ser otra cosa que nosotros mismos’”. 

Para reforzar esa idea, Ride grabó el disco en vivo en el estudio tratando de respetar las primeras tomas, algo que parece ir de la mano con la interacción a la que alude el nombre del disco, también presente en el espíritu colaborativo que parece primar en la banda en esta nueva vida, donde prima no solo el aporte de sus dos cantantes y guitarristas (Andy Bell y Mark Gardener), sino también de Colbert y el bajista Steve Queralt. “Escribí muchos temas a lo largo de la carrera de Ride, pero la nueva encarnación es muy abierta. Andy es el más prolífico de todos, trae sus demos con una idea definida, mientras que Steve y yo hacemos los nuestros, se los dejamos y Mark y él resuelven las melodías”, explica “Llegamos a un punto en el que no tengo que pelear por algo que quiero, si sale está bien, y si no también. En el pasado era mucho más caprichoso, quería que lo mía se hiciera sin negociar”, dice para trazar otra comparación con cómo eran las cosas. 

Otra de las novedades que aporta Interplay al universo de Ride es el cambio de productor. Después de haber hecho Weather Diaries y This is Not a Safe Place, sus dos últimos trabajos, junto al productor y DJ Erol Alkan, esta vez la banda sentó detrás de la mesa de grabación a Richie Kennedy, conocido por su trabajo con Interpol, Circa Waves y Suede. “Hicimos dos discos increíbles con Erol y pensábamos hacer uno más con él, pero la pandemia cambió nuestros planes. Empezamos a hacerlo nosotros solo en el estudio de Mark sin nadie más porque solo podía haber cuatro personas en la habitación”, detalla Colbert sobre un proceso que se realizó en solitario hasta que las circunstancias demandaron una visión externa. “Llegamos al punto de decidir llamar a un productor porque teníamos mucho material, y la idea de convocar a Richie apareció porque queríamos alguien fuese ingeniero y no fuese un ‘gran nombre’ que quisiese tomar control del asunto”, explica Colbert. Kennedy no era una cara nueva para la banda: había hecho sus aportes en los dos últimos discos, y de acuerdo al baterista los ayudó a darle la forma definitiva a algo que ya estaba avanzado pero todavía no habían podido redondear. 

El resultado final va en contra de los mandatos del algoritmo. Ahí donde los manuales recomiendan álbumes de pocas canciones y de duración limitada, Ride hizo un disco de doce temas que bordea la hora de reproducción, y no parece haber sido fruto de la casualidad. “A Ride siempre le chupó un huevo la manera en la que se supone que tienen que hacerse las cosas”, dice Colbert. “Venís a vernos y por ahí podemos hacer que ‘Seagull’ dure más de diez minutos y cosas por el estilo. Cuando elegimos ‘Leave Them All Behind’ como sencillo de nuestro segundo disco, era un tema de ocho minutos. Tuvimos que cortarlo para que lo pasaron en la radio y en la tele, y así y todo quedó larguísimo”, recuerda entre risas para trazar un paralelismo con canciones de Interplay como “Light in a Quiet Room” y “Essaouria”. “Quizás somos muy indulgentes, pero no es que alguien viene y nos dice ‘Tienen que hacer que esto dure tres minutos’. Lo hacemos como queremos, y después como termina siendo está bien”. 

Parte del éxito de esta nueva encarnación de Ride se da también con una puesta en valor del shoegaze, el género del que el grupo fue parte durante sus primeros años, una movida que se desarrolló con viento en contra y que en la última década tuvo una valoración histórica a partir de los regresos de otras bandas pioneras como My Bloody Valentine o Slowdive, que ya visitó dos veces la Argentina. Colbert cree que el punto inicial de este revival estuvo en la creación de comunidades online operadas por la nostalgia, pero también cierto sabor a historia incompleta. “Creo que hay algunas cualidades de esta música que nunca fueron exploradas en su totalidad en el momento porque fue una franja de tiempo muy chica entre los 80s y los 90s. Las cosas cambiaron muy rápido, y creo que la gente intentó olvidar al shoegaze muy rápido, como diciendo ‘ya tenemos al britpop, no necesitamos más a eso’», dice, antes de agregar un nuevo espacio en donde creé que continuó ese legado el tiempo que el género estuvo dormido. “Creo que también tenés muchos artistas inspirados por esa movida que trajeron el shoegaze a su propia música, como es el caso de la electrónica. Hay mucha de esa música en bandas como M83 o MGMT, así que creo que lo que pasó es que evolucionó después de que las bandas que lo crearon dejaran de tocar. Cobró vida propia y fue recuperado por una generación nueva. La gente parece haber dicho ‘esta música no es tan mala como todos decían que era’, porque en la época era algo muy negativo ser una banda de shoegaze. Al final, la gente lo tomó por lo que es: una hermosa expresión artística». 

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