Parece un lugar común, pero cuando Clap Your Hands Say Yeah publicó su debut homónimo en 2005, el mundo efectivamente era un lugar distinto. En tiempos en donde las redes sociales todavía no existían, la banda formada en Filadelfia (y luego migrada a Brooklyn) fue testigo de una época, un fenómeno indie que creció gracias al boca en boca y al auge de los blogs, todo gracias a un disco que marcó una época en la que la autogestión era más una necesidad que una decisión ética, y donde no existía algoritmo que torciera las voluntades del gusto del público. “No era muy distinto a como son las cosas ahora. La gente por ahí no lo registra, pero nosotros ya teníamos un público bastante grande antes de que Pitchfork escribiera algo sobre nosotros”, dice el cantante Alec Ounsworth, antes de una nueva visita de la banda. El viernes 13, Clap Your Hands Say Yeah celebrará las dos décadas de su primer álbum en Niceto Club (Niceto Vega 5510), un proceso cuyo líder no termina de entender cómo explotó: “Tocamos en clubes chiquitos al igual que todo el mundo, como dos años antes de que el disco apareciera. Algunos empezaron a interesarse en nosotros, no sé si era mi voz o qué, pero algo los hizo tener ganas de prestar atención”, dice.
Aunque el 2025 lo encuentre conmemorando el aniversario de Clap Your Hands Say Yeah, Ounsworth asegura que le tomó mucho tiempo poder ver al disco con los mismos ojos que quienes celebraron su aparición. “Al principio, cuando teníamos mucha atención, no me gustaba tanto como a todos los demás. Mucho tuvo que ver con que tardamos como un año en hacerlo, porque no teníamos muchas horas de estudio disponibles y por ahí pasaban tres o cinco semanas entre una jornada y la otra. Entonces, cada vez que había una sesión, yo escuchaba y criticaba todo lo que habíamos habíamos hecho antes”, dice para explicar un proceso en el que se obsesionó con tener que sobrecargar canciones con capas de su voz para llenar todos los espacios vacíos posibles. “Lo escuche tanto antes de que saliera que ya estaba harto de él una vez que lo publicamos, así que no creía que fuera todo lo bueno que los demás decían que era”, reconoce sobre un disco que tuvo entre sus primeros admiradores a los dos David: Bowie y Byrne.
“Ahora, veinte años después, a la distancia tengo una valoración más positiva de por qué a la gente le gustó tanto. Es bueno revisitarlo”, explica Ounsworth sobre un show en el que las canciones del disco sonarán en el mismo orden que en estudio. El proceso de revisión también lo llevó a tener un acto de justicia tardío con “The Skin of My Yellow Country Teeth”, el mayor hit del álbum que incluso llegó a sonar en un capítulo de The Office, pero nunca había tenido videoclip hasta ahora. “En esa época no me gustaban los videos, me parecía que no debíamos forzar imágenes en la cabeza de la gente. Soy fan de Brian Eno y mi pensamiento era que cuando escucho un disco suyo no quería que se me vinieran a la mente determinadas imágenes cada vez que sonara ‘King’s Lead Hat’ o algún otro por el estilo”, explica. Después de años de negarse, finalmente dio el visto bueno y delegó el trabajo en su amigo, el realizador David M. Helman, conocido por su trabajo junto a Idles, Michael Kiwanuka y American Football. “Claramente me tomé demasiado en serio a mí mismo, así que me pareció que no había mejor manera que entregarle el material a un artista que admiro y que muestre su interpretación. Fue bastante cool y es mejor que la mayoría de los videos, que parecen más un comercial para la canción que otra cosa”, dice.
La exposición que Clap Your Hands Say Yeah obtuvo con su álbum debut fue tan grande y tomó tan por sorpresa a sus propios creadores que la idea de formatearse artísticamente para su segundo disco fue no sólo una tentación, sino más bien una posibilidad concreta para lidiar con la incertidumbre. “Lou Reed es uno de mis más grandes héroes, es el tipo que hizo Metal Machine Music, y supongo que una parte de mí quería joder un poco con la gente y ver quién se quedaba en el barco después de eso”, dice Ounsworth sobre el proceso que devino en su segundo disco, Some Loud Thunder, un trabajo mucho más sofocante que su predecesor. “En la canción que da nombre al disco, con (el productor) Dave Fridmann decidimos hacer que se escuchara como detonada, y mucha gente la odió. Yo quería que sonara como ‘I Heard Her Call My Name’, de Velvet Underground, que es un tema que se escucha rarísimo, por más que la gente luego lo odiara”. El hit de ese disco fue “Satan Said Dance”, una canción que dice es un reflejo de lo mal que la estaba pasando con la presión de estar a la altura de su primer disco. “Esa fue la respuesta a mi disconformidad con adónde estaba en ese momento. No voy a profundizar mucho, pero tuve que lidiar con depresión durante un tiempo, y cuando la banda empezó a ser popular, ese fue el momento en el que vi ese nivel de incomodidad. Muchas de mis canciones tienen que ver con mis niveles de ansiedad en esos momentos”, explica.
Con tanta agua debajo del puente, y aunque es ahora el único miembro original de la banda (o “un proyecto solista con nombre de grupo”, como le gusta decir), Clap Your Hands Say Yeah nunca pudo terminar de acostumbrarse a las nuevas formas de consumo propias de los tiempos que corren. “Soy pésimo con las redes sociales y creo que el streaming es algo bastante impersonal y alienante. Todo el tiempo te dicen que tenés que generar contenido, hace diez años que escucho eso, y cada vez que lo dicen siento que me están pidiendo que sume más mierda a una montaña de basura a la que todo el mundo tiene que mirar”, dice Alec sobre su política de aferrarse a las cosas a la vieja usanza. En definitva, Ounsworth no puede evitar ser nostálgico sobre las políticas de consumo que acarrearon los cambios tecnológicos “Mi deseo con las plataformas de streaming era que la gente iba a poder acceder a todo lo que pudiera y así discernir un poco más sobre lo que escucha. Creo que no lo calculé muy bien (se ríe), pero todavía sueño con que podría haber un desenlace un poco más luminoso para estas cosas. Y con las redes, realmente no lo entiendo. No creo que tenga algo que la gente quiera ver, y cuando posteo algo estoy muy sorprendido con que a alguien le interese, porque yo no lo estaría”, se sincera.
Después de tanto recorrido, cambios de alineación y reformulaciones sonoras de su banda, Alec asegura que finalmente pudo hacer las paces con su propio legado y entender por qué esa colección de canciones era importante para tanta gente. “Necesitaba tiempo, y es algo que me pasa seguido, es algo que seguro deba trabajar un poco. Es también la razón por la que tengo tantas canciones que por ahí descarto y sobre las que vuelvo años más tarde y me digo ‘No sé por qué las abandoné’”, dice desde el presente. Los años de tanta exigencia quedaron atrás, al menos en parte (“Antes sentía que el 100% del disco tenía que coincidir con lo que tenía en mi cabeza, y fue muy inocente de mi parte. Con tener el 80% ya está más que bien”, dice), y reconoce que aún con los altos y bajos, nada esto hubiera pasado si no fuera por una opinión en particular: “Es útil tener gente alrededor capaz de decirte ‘No, esto está muy bien’. El primer disco ni siquiera iba a ver la luz. Mi mamá fue la que me convenció de publicarlo. Ella me dijo ‘publicarlo y después vemos, así que en parte se lo debo a ella’”.