Apenas pasada la primera estrofa de “I Am Trying to Break Your Heart”, Jeff Tweedy se alejó del micrófono caminando hacia atrás, para luego alzar los brazos y regresar adelante en pose triunfal. Motivos para celebrar no le faltaban: apenas iban veinte minutos del show de Wilco en C Art Media y la proeza parecía ya cumplida. No solo por su demorado (y esperado) regreso a nueve años de su debut, o por hacerlo por fuera de un festival, sino porque, ya desde temprano, la química entre banda y público era innegable. Es que hay un fenómeno imposible de traducir cada vez que la banda de Chicago sube a un escenario, una conexión genuina con la canción donde se puede ir de la sutileza a la rabia, y de la repetición al cambio repentino, nunca descuidando la belleza ni la emoción.
Con una discografía amplia en volumen pero también en formas y vestiduras, Wilco se tomó dos horas y veinte para recorrer todas las aristas posibles de su obra. Con una puntualidad notable, los seis integrantes tomaron sus puestos a las 21 y pusieron marcha de la mano del folk discreto de “Company On My Back”, seguida de “Evicted”, dos canciones separadas por casi dos décadas pero unidas por un mismo espíritu pastoral que también dominó “Handshake Drugs”. Y cuando todo parecía seguir por el mismo camino, un redoble de Glenn Kotche anunció la llegada de “Side With the Seeds”, una canción de raíz lennoniana que también le dio su primer gran protagónico al guitarrista Nels Cline. Si hasta ese momento el violero había estado discreto y medido, al momento del solo se movió por el diapasón de su instrumento como un animal recién liberado de la jaula, entre palancazos y fraseos tocados con excesiva rapidez, sin descuidar jamás la melodía.
Después del viaje de la sencillez al ruidismo de “I Am Trying…”, Wilco volvió a apostar por la sencillez relativa de “If I Ever Was a Child” y “I’ll Fight”, hasta que “Pot Kettle Black”, un rescate salido directo del soberbio Yankee Hotel Foxtrot, demostró que se puede jugar con las formas al punto de tener al público en estado de alerta ante un estallido que nunca llegó. Después de eso, Tweedy se liberó de su instrumento para ponerse en la piel de un crooner de sombrero de ala ancha, antes de que “Bird Without a Tail / Base of My Skull” dejara en claro que los límites del estudio se desdibujan en el vivo. Lo que en el disco es una canción que apenas roza los cinco minutos, en el escenario duplicó su duración gracias a un extenso duelo de guitarras en plan motorik que, cuando parecía dispuesto a extenderse hasta el infinito, volvió a su lugar inicial. Y si de jugar con las formas se trata, la exploración definitiva llegó con “Via Chicago”, y lo que debía ser una simple balada folk se convirtió en otra cosa completamente distinta: mientras Tweedy y el bajista John Stirratt cantaban la melodía de la estrofa, sus compañeros de banda (especialmente Cline y Kotche) se sumergían de lleno en una jam de ruido extremo, mientras la dos voces ni siquiera acusban recibo del caos sonoro que se estaba desatando a su alrededor. . Es que ahí, en el balance entre el caos y la belleza, florece el encanto de Wilco.
A su manera, el tema sentó las bases del recorrido posterior: “You Are My Face” también fue una canción basada en las falsas alarmas, esta vez una balada crepuscular y minúscula que sin preaviso tiene unos chispazos fuzz, como si Tom Verlaine cayera sin preaviso a un ensayo de The Byrds. Por eso, después de la marchante “Whole Love”, “Either Way” volvió a tener a la fragilidad como punto de partida para abrirle el paso a arreglos de guitarra que se pasearon como la bandada que se arremolina en la portada de Sky Blue Sky. El diálogo en las seis cuerdas entre Cline y Tweedy alcanzó su punto justo en “Impossible Germany”, que gracias a la serie The Bear quedó inmortalizada como la representación sonora de su Chicago natal, y que tuvo al público tarareando cada fraseo, algo que dejó atónitos a los propios músicos. Pero como no todo es complejidad, Wilco dio con una forma particular de belleza basada en la simpleza y la emotividad con “Jesus, Etc.”, puesta en contraste con el lamento country blusero de “Hate It Here”.
“Box Full of Letters”, de su álbum debut, sonó como antesala de “Annihilation”, de su más reciente EP, Hot Sun Cool Shroud, una suerte de diálogo entre pasado y presente que permite ver las diferencias entre un extremo y otro, o también para entender cómo se llega desde un punto al otro con todo lo que pasa en el medio. Y eso que ocurrió entre una instancia y otra se explica con “Heavy Metal Drummer”, un recuerdo de adolescencia, porros y fracaso sexoafectivo convertido en una canción que marchó montada entre un sample y el rasguido galopante de la acústica de Tweedy. Y cuando ya todo parecía servido, los teclados de Mikael Jorgensen y el multiinstrumentista Pat Sansone comenzaron una suerte diálogo en clave morse que fue celebrada de antemano por quienes la reconocieron como la antesala de “A Shot in the Arm”, de vuelta el melodismo sostenido sobre la repetición.
Y si de completar los rincones de su biografía se trataba, a la hora de comenzar los bises, Wilco recurrió a “California Stars”, de su disco grabado junto al díscolo trovador británico Billy Bragg, la manera de meterse en el terreno más purista de la canción junto con “Falling Apart (Right Now)” de su disco Cruel Country, o una revisión del género ajena a los purismos. Ahí nomás, el piano allá Bowie de “Walken” dejó en claro que el Delgado Duque Blanco es también una referencia para Tweedy y compañía, sobre todo en todo lo referido a reinvenciones y cómo desmenuzar un repertorio en vivo sin temor al resultado final del experimento. Después, con tres guitarras al frente, “I Got You (At the End of the Century)” se perfilaba como una despedida con los dientes apretados y una dosis equilibrada de distorsiones y armonías vocales, y ahí nomás cuando el tema llegaba a su fin una cuenta a cuatro desde la batería convirtió ese desenlace en el comienzo de “Outtasite (Outta Mind)”, una canción construida en base a la celebración de los pequeños placeres que hacen que la existencia esa amena y tenga sentido. Y eso siempre es posible con shows tan gratificantes y esperanzadores como este.