Como a todo artista de su generación, a Trueno le tocó crecer en público, y a una velocidad demencial. De las competencias en las plazas a las batallas de freestyle internacionales a dar comienzo a una carrera discográfica que dio su primer paso en plena pandemia o medirse en un festival que lleva al rock en su nombre, Mateo Palacios Corazzina ensanchó las zancadas en cada nuevo paso, y si alguna vez retrocedió fue solo para tomar impulso. De ahí que su desembarco en Ferro a sus tan solo 22 años haya sido no tanto una victoria consagratoria, sino también un nuevo piso desde el que apuntar más alto para el siguiente movimiento.
En una carrera de poco más de cinco años, y donde el hip hop funciona como piedra angular de su música, Trueno demostró en Caballito lo expansiva que es su propuesta. Y si bien el comienzo vino de la mano de “Plo plo” para respetar el comienzo de El último baile, su más reciente disco, el pasado dijo presente con su colaboración consagratoria con Bizarrap primero (“BRZP Freestyle Sessions 6) y con la denuncia al gatillo fácil de “Fuck el police”, la punta de lanza de su costado más combativo, que reaparecería en otros momentos de la noche. Para descomprimir, “Night” y “Rain III” sumaron groove de cadencia latina que pusieron en relieve la versatilidad de su banda de apoyo.
Con su padre MC Peligro como principal arengador pero también como el encargado de recordarle al publico las cucardas que su hijo lleva encima gracias a sus triunfos en la Freestyle Master Series y la Batalla de Gallos, Trueno demostró su versatilidad a la hora de rapear, como si las sílabas salieran a borbotones de su boca y se amontonasen sobre el micrófono a una velocidad descomunal en “Rain II, y también en “Panamá”, que cuenta con un feat de Duki en su versión original. Y como toda generación tiene también una antecesora que la valide, ahí estuvo Dante Spinetta como primer invitado de la noche para propiciar el pase de mando simbólico de “Sudaka”, la antesala justa para “Tranky Funky”, un tema en el que la genealogía de IKV es imposible de ocultar.
Cuando en 2020 Trueno publicó “Sangría”, el tema causó revuelo gracias a su estribillo (“Te guste o no, somos el nuevo rock and roll”). Cuatro años más tarde, la discusión parecía zanjada en Ferro cuando, tras un cambio de vestuario, el rapero apareció con una remera con la frase “No bombardeen Buenos Aires”, en clara alusión al histórico concierto de Charly García en ese mismo estadio en 1982. En su música y su universo, el lugar de pertenencia juegan un lugar clave, un ancla, un recordatorio de los orígenes, ya sea a la constante presencia a la comuna 4 o el tatuaje del transbordador de La Boca en su cuello. Siguiendo esa línea, la idea de partir el show con una sesión de freestyle con beatboxing incluido funcionó como un back to basics, la intención de convertir a una multitud en un estadio a un público de cualquier plaza de barrio a la que también se acoplaron Acru y el venezolano Akapellah. La reivindicación al territorio de origen se repitió más adelante de la mano de “Argentina” y “Tierra Zanta”, no por nada dos de los momentos más altos de su Tiny Desk para NPR.
El bloque siguiente, en cambio, apostó por la unidad regional con reggaetón como norma. “Pull Up” y “Como antes”, de El último baile, abrieron el juego para abrirle paso al último invitado de la noche: Tiago PZK recorrió la pasarela junto a Trueno mientras ambos interpretaban su “Salimo de noche”, que tuvo su continuidad narrativa en “Ñeri” y “Los aparatos”. Después, como en un cambio radical, donde antes hubo cadencia latina pasó a haber electrónica pura y dura, que pudo ser más amable con “Ohh Baby” y “La nota”, o áspero y cercano al hard techno en el remix de “Mamichula” y en “Cuando el bajo suena”, con los graves pegando fuerte al pecho en Caballito.
Después de treinta temas, Trueno amagó con una retirada que no podía ser tal si faltaban varios de sus temas más emblemáticos. Por eso, una intro en piano desembocó en el autodefinido de “Atrevido” y en “2.0.1.9.”, visto ahora con el diario del lunes como el tema para el año de su gran salto. Y si la labia comprometida de Trueno parecía haber quedado atrás en pos de la celebración como discurso omnipresente, “Cucumelo” hizo lugar a su esperado guiño político (“En La Boca o en los bloques de Parque Patricios / Le corté los bigotes y se fue el gato de Mauricio”). Después de tirarse al público en “Sangría”, el rapero de La Boca, atravesó la pasarela una última vez, pero lo hizo para llegar al mangrullo, subirse a su techo y desde ahí comandar el último pogo de la noche con “Dance Crip”. Después, Trueno cerró la despedida en el escenario, un gesto sutil para dejar en claro que aún cuando se pasea por las alturas, nunca deja de poner los pies sobre la tierra.



















