En la música de Thundercat no hay límites preestablecidos. Como cada noche, el artista nacido bajo el nombre de Stephen Lee Bruner salió al escenario del C Art Media sin un plan ni un repertorio establecidos de antemano. Su bajo de seis cuerdas y la compañía de Dennis Hamm en teclados y Justin Brown en batería fueron los únicos recursos para la recreación de su universo sonoro mutante, no con la intención de replicar lo ya existente, sino expandirlo, re imaginarlo y darle una nueva vida. Todo ocurre bajo una única regla tácita de que sólo se escuchará aquello que puedan interpretar las tres personas que salen a escena. En letra chica en la misma norma, viaja la aclaración de que todos pueden hacer mucho con sus instrumentos y no dudarán llevarlo a cabo en los siguientes noventa minutos.
Así como en su primera visita, Thundercat llegó a Buenos Aires de la mano del más que célebre Drunk, en esta segunda ocasión las cosas fueron bastante distintas. Bruner aterrizó de nuevo en la Argentina a cinco años de su último disco de estudio (It Is What It Is, de 2020), y con su sucesor todavía a medio cocinar, o por lo menos sin una forma definida. De ahí que gran parte de su show haya estado sostenido por lo impredecible del futuro, con varias canciones de un álbum que promete verá la luz pronto, pero del que ni su nombre se animó a adelantar. ASí las cosas, la “Children of the Baked Potato” abrió el juego con Bruner y Brown entregados al free jazz tocado a velocidad de speed metal, una búsqueda que se repitió en el cruce que hizo de “How Sway” y “Uh Uh” una sola pieza única. Y como si hiciera falta dejar en claro que lo suyo no tenía nada que ver con la academia ni el rigor jazzístico, en “A Fan’s Mail (Tron Song Suite II)” puso al público a replicar su melodía que imitaba el maullido de un gato.
“I Love Louis Cole”, en cambio, comenzó plácida y repleta de languidez para, redoble mediante, convertirse en un drum and bass anfetamínico tocado a la misma velocidad en la que Bruner y su hermano Roland marcaron el pulso en la sección rítmica de Suicidal Tendencies al comienzo de siglo. El pulso vertiginoso continuó en la inédita “ADD Through the Roof”, que también fue la puerta de entrada para que Thundercat empezara a abrirle espacio al melodismo en sus diferentes vertientes, desde el juego de encastres rítmico de “Heartbreaks + Setbacks” al pop en expansión constante de “Friend Zone”, y que en “King of the Hill” ya encontró al público compartiendo el protagonismo vocal.
Y si durante la primera hora, Burner demostró todo lo que era capaz de condensar en su alter ego de felino cósmico, el sprint de los treinta minutos finales fue un show dentro del show. Después de 60 minutos cargados de virtuosismo, “Dragonball Durag” privilegió el balance adecuado entre ritmo y melodía, una fórmula que llegó a su mejor forma poco después en “Show You the Way”, justo antes de que “Funny Thing” privilegiara el baile por sobre todas las cosas. Con todo servido, Thundercat desplegó sobre el escenario el groove espeso y pendular de “Them Changes”, a puro falsete y piano eléctrico en plan soul galáctico. Tras una falsa despedida, el trío volvió a escena para un último viaje: “No More Lies”, su colaboración con Tame Impala, y la prueba cabal de que hasta a la psicodelia es posible inocularle una dosis de hedonismo y movimiento si es ejecutada por las personas correctas.