domingo, 26 octubre, 2025
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The Weeknd en River Plate: recuerdos del futuro

De figura lateral y rara del hip hop a estrella pop internacional multiplataforma, la carrera artística de The Weeknd atravesó un camino ascendente en la última década. Acorde a este crecimiento, el artista canadiense nacido como Abel Makkonen Tesfaye convirtió a su última gira mundial en una epopeya a la altura de su masividad, pero también de su ambición. Todo lo que se ve en After Hours Til Dawn, el tour que lo depositó por segunda vez en Buenos Aires es mastodóntico, plagado de estímulos y con un halo retrofuturista que es al mismo tiempo pesimista y esperanzador. 

Breve repaso: originalmente, The Weeknd iba a emprender una nueva tournée global en 2020 para presentar su por entonces último disco, After Hours. La actividad se demoró por la pandemia y debió ser reprogramada dos veces, y cuando finalmente llegó el momento de salir al ruedo, el cantante tenía ya no solo un álbum bajo el brazo, sino otro más, titulado Dawn FM. De esta manera, el espectáculo que ideó busca trazar un hilo narrativo entre ambos trabajos, una suerte de fábula de synthpop que evoca la mirada que desde el pasado se tenía del futuro (nada menos que nuestro presente), un universo en el que Metrópolis, Blade Runner, Logan’s Run  y los posters Pagsa confluyen en un mismo lugar. 

A los pies de la tribuna Centenario, una escenografía que simulaba ser una ciudad arrasada, con edificios destruidos y abandonados, incluida una réplica de la CN Tower de su Ontario natal. En el otro extremo del estadio y pasarela mediante, a metros de la Sívori, un segundo escenario ubicado debajo de una luna inflable gigante, iluminada de distintos colores a lo largo del show. En medio entre uno y otro, un segundo tablado coronado por una estatua gigante de una mujer robot allá Fritz Lang, otro de los espacios utilizados por The Weeknd y un cuerpo de baile de veinticuatro mujeres vestidas con burkas de color crudo y con movimientos de ritual pagano, como si Midsommar se llevase a cabo en los paisajes desérticos de Dune.

The Weeknd

Si su show en Lollapalooza 2017 lo tuvo en el punto justo de su coronación pop gracias a las canciones de Starboy, su show en Núñez fue la confirmación de que Tesfaye ya se mide en otra escala. Con cuarenta y dos canciones apelmazadas en dos horas y monedas de duración, su concierto tuvo tantos golpes de efecto (lásers, coreografías, llamaradas) que le permitieron pegar fuerte de entrada, a sabiendas de que quedaban bastantes hits en el tintero para el resto de la noche. Con una máscara mitad MF Doom mitad Iron Man (o sea, un personaje mitad hip hop alternativo, mitad superhéroe de Marvel) que no se sacó hasta la mitad de su set, The Weeknd se permitió amagar con una versión sepulcral de “LA FAMA”, su tema junto a Rosalía, para tomar el escenario por asalto con “False Alarm” y “Party Monster”, puro estallido pop alimentado a base de sublows. 

Con una banda capaz de condensar groove y sonidos darkwave, principalmente gracias a la interacción del baterista Ricky Lewis, el guitarrista Patrick Greenaway y el tecladista Mike Dean (otrora colaborador de Travis Scott, Kanye West y Frank Ocean, entre un largo etcétera), The Weeknd fue capaz de apelar a una seguidilla efectista con “Take my Breath”, “Sacrifice” y “How Do I Make You Love Me?”, antes de desembocar en la aparición temprana en el setlist del hit narcótico “Can’t Feel My Face”. De ahí en más, otra demostración con amalgamas de beats y melodismo que incluyó destacados propios (“The Hills”, “Kiss Land”, “Often”) y ajenos en los que Abel jugó de visitante (“Hurricane”, de Kanye”; “Crew Love”, de Drake y “Lost in the Fire”, del productor francés Gesaffelstein).

Ya pasada la hora de show, The Weeknd volvió al tablado principal, se retiró la máscara y convirtió cada título de canción en una declaración de amor al público local (“Moriría por vos, Argentina”, antes de “Die for You”; “¿Hay alguien más ahí?” como antesala de “”Is There Someone Else?”, etc.). Con varias canciones coronadas por unas pulseras similares a las que Coldplay utilizó en sus shows en Buenos Aires desde 2016 en adelante, el tramo final del show llevó la puest aal terreno de la literalidad cuando ese recurso dominó el campo visual el “Blinding Lights”, que se imponía como cierre obligatorio. Sin embargo, un último sprint de canciones (“Tears in the Rain”, justo después de que unas gotas amenazaran con lluvia en Núñez, seguida por “Popular” e “In Your Eyes”) extendió la jornada hasta la estocada final de “Moth to a Flame”, su colaboración junto a Swedish House Mafia, una canción de cocción lenta, que se abre paso como una balada, adquiere flow y termina explotando en la pista de baile, una manera de sintetizar todas sus aristas posibles en poco más de tres minutos.

The Weeknd
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