Al momento de su aparición, Supergrass supo encontrar rápido su lugar en la escena británica de mediados de los 90. Mientras Oasis y Blur se disputaban una corona con fecha de caducidad y Pulp y Suede parecían hacer lo propio para ocupar el tercer lugar del podio, la banda de Oxford decidió no entrar en esa competencia y hacer la suya con gracia y elegancia. Durante una década y media el trío conformado por Gaz Coombes, Mick Quinn y Danny Goffey (luego expandido a cuarteto con la oficialización como miembro de Rob Coombes, hermano mayor de Gaz) alimentaron una obra a base de energía punk, sensibilidad melódica, la cuota justa de revisionismo y una cuota más que importante de sentido del humor. Tras su separación en 2010 y una fugaz reunión en 2022, nada parecía hacer pensar en su posible desembarco porteño, hasta que una gira por la celebración de los 30 años de su álbum debut puso a la maquinaria de nuevo en marcha, y finalmente sucedió lo que parecía imposible.
Con el arte de tapa de I Should Coco proyectado en la pantalla de fondo como único recurso escenográfico, Supergrass salió a escena con la intención manifiesta de repasar las 13 canciones de su álbum debut en orden. Y lo que hasta ese momento era incertidumbre, con los primeros compases de la fulminante “I’d Like to Know” dejó en claro que la versión 2025 de la banda es tan furibunda e intensa como lo era hace 30 años. Después de un redoble marcial a cargo de Goffey, el resto de la banda se acopló sobre una cabalgata electrificada que no acusó el paso del tiempo. Al tema siguiente, la misma sensación: la experiencia de un traspié con la ley siendo adolescente de “Caught by the Fuzz” no perdió ni un ápice de su frescura. Con cinco décadas a cuestas, los integrantes de Supergrass se mantienen tan joviales como en los 90, capaces de hacer que un viaje lúdico como el de “Mansize Rooster” suene como un chiste que mantiene su gracia todavía fresca.
El revisionismo histórico hizo que “Alright”, el hit irónico peor entendido de los 90, sonase cuarto en la noche, un peso liberado que permitió seguir con el asunto sin estar a la espera de su llegada. El espíritu juvenil contenido en ese leit motiv de piano que suena a verano eterno fue el dínamo escénico de la vertiginosa “Lose it” y sus coros en falsete y también de “Lenny” y su introducción eterna, un disco rayado tocado a tracción a sangre. Lejos de reducir la descarga, “Strange Ones” y “Sitting Up Straight” mantuvieron la caldera encendida, a la que de tanto en tanto también le echaron algún que otro leño, con Coombes demostrando tener intacta su voz, mientras Goffey y Quinn demostraban una vez más ser la base rítmica más sólida de su generación.
En el último tramo, al igual que en el disco, la euforia comenzó de a poco a menguar su intensidad. Primero, “She’s So Loose” puso los rasgueos a velocidad crucero; después, Goffey soltó los palillos y se colgó el bajo para el folk lisérgico de “We’re Not Supposed To”. Ahí nomás, el riff blusero de “Time” le imprimió al set una cuota stone (que reparecería más adelante), justo antes de que “Sofa (of My Lethargy)” fuera puro ensueño y melancolía, ahora con Coombes a cargo de las cuatro cuerdas”. Mientras todavía resonaban los aplausos, la escueta “Time To Go” ofició de despedida de las canciones de I Should Coco. “Who could ask for more?”, se pregunta Coombes en el tema, y la respuesta parecía venir a continuación.
Casi sin solución de continuidad, la intro marchante de “Richard III” puso en marcha un repaso por lo mejor de la cosecha 1997/2005 de Supergrass. El tema de In it for the Money se abrió paso como una tromba, una descarga de energía que empezó a contenerse de a poco, primero con la nostálgica “Late in the Day” y luego con “St. Petersburg” y su tono introspectivo. Sobre ese misma matriz anímica, “Mary” sumó su clima de película de terror (bien vale recordar las imágenes pesadillescas de su videoclip), la base ideal sobre la que montar “Moving”, esa canción maravillosa que resuelve en su estribillo toda la tensión acumulada en sus estrofas. Con un último aliento, Supergrass recurrió al rock caleidoscópico de “Grace” como cierre, que sonó como si The Kinks y T-Rex fueran la misma banda.
Ya convertidos en una máquina generadora de goce, a la hora de los bises Coombes y compañía decidieron ir aún por más. “Sun Hits the Sky” fue una dosis de dopamina hecha canción, pura efervescencia y optimismo en un estado de verano eterno. Hasta que al final, “Pumping on Your Stereo” volvió a evocar a la provocación de Jagger y Richards con su juego de palabras subido de tono y su estado de estribillo permanente. 90 minutos sirvieron para saldar una deuda de tres décadas, ahora solo resta esperar que para la próxima cita no haga falta esperar tanto tiempo más.
“Esta canción se la choreamos un poco a Supergrass. Si no lo confesamos hoy, no lo haremos nunca”. Un rato antes del acto principal y con un Art Media ya a punto caramelo, Joaquín Levinton reconoció por primera vez en público la filiación entre “Casanova” y “She’s So Loose”. El reconocimiento fue también una prueba más de por qué Turf debía ser la banda de apertura del cuarteto de Oxford: en su primer disco en particular (y en su obra en general), los creadores de “4 personalidades” supieron rescatar bastante del espíritu supergrassero en su obra. De ahí que, lejos de las reversiones autocelebratorias de Polvo de estrellas, lo suyo tuvo bastante de la celebración de su pasado, con cuatro temas de Una pila de vida sin solución de continuidad en el arranque. “La recta final”, “Viene llegando”, “Tarjeta postal” y la ya mencionada “Casanova”.
Después, un acto de justicia y de devolución de gentilezas. Luego de contarle al público que el primer show de Turf fue teloneando a Demonios de Tasmania, la banda invitó a su líder, Sharly Gramuglia, a entonar el clásico de DDT, “Dandy Rock Club”, la puesta en vigencia de una escena que supo vivir al margen del mainstream hacia fines de los noventa. De ahí en más, un repaso rápido por lo que siguió en su historia hasta la separación: “Loco un poco”, el momento cantabile de “Magia blanca” y el swing circense de “No se llama amor”. Sobre la hora, “Pasos al costado” terminó de convencer hasta los más indecisos, hasta que “Yo no me quiero casar, ¿y usted?” (con una cita a “Alright” en un inglés chapucero) terminaran de coronar un set que estuvo a la altura del espectáculo principal.