Un repaso por el inconsciente colectivo del rock nacional, una cumbre entre la realeza del pop vernáculo y la convalidación del último gran artista local fueron apenas tres de los hitos de la primera jornada del Quilmes Rock 2025. En su regreso luego de tres años de ausencia, el festival volvió a plantar bandera en Tecnópolis con una fecha con entradas agotadas, con una grilla que tuvo a Miranda!, Andrés Calamaro y Dillom como sus platos fuertes en medio de una grilla repartida en cinco escenarios a lo largo y ancho del predio de Villa Martelli, donde la oferta abundó y por momentos elegir significó también tener que sacrificar.
Como hace ya un par de años, Ale Sergi y Juliana Gattas hicieron su aparición triunfal cantando “Ya lo sabía» a bordo de un cisne gigante que atravesó el campo y los depositó sobre el escenario Quilmes. Lo que siguió a continuación fue un show que respetó bastante los lineamientos de Hotel Miranda!, con sus respectivas actualizaciones. Mateo Sujatovich hizo su aparición virtual en el flamante “Triste”, al igual que el español Abraham Mateo en el cover de “Por ese hombre”, de Pimpinela. Emilia en “Uno los dos” y Andrés Calamaro en “Tu misterioso alguien” fueron los otros únicos aportes en pantalla, hasta que en la mitad del show todo pasó al terreno de lo real. Después del intermedio 8-Bit de “El profe”, Lali hizo su aparición triunfal en el Quilmes Rock para interpretar “Mejor que vos” y “Yo te diré”, una cumbre de la realeza pop en el festival rockero por antonomasia materializada con un beso apasionado entre Gattas y Lali con Sergi como testigo privilegiado.
Antes de eso, Andrés Calamaro dejó en claro que posee la mayor concentración de hits que son parte del acervo cultural argentino. Todavía enmarcado en la gira Agenda 1999, que celebra los 25 años de Honestidad brutal, el ex Abuelos de la Nada decidió romper el esquema del repaso histórico y poner en diálogo al disco con el resto de su obra. Al frente de una banda de nervio rockero pero con sensibilidad soulera gracias al agregado de una sección de vientos, Calamaro puso primera con “Output Input”, la declaración de principios que abre El salmón, el primer paso de un sprint que también incluyó a “Sin documentos”, “Loco” y “Te quiero igual”, donde pasó del piano eléctrico a su clásica Telecaster taurina. “Clonazepan y circo”, “Una bomba” (con una descollante performance en guitarra slide de Julián Kanevsky) y “Cuando te conocí” redondearon el viaje a su disco solista del 99 antes de la celebración al cancionero todoterreno de Los Rodríguez con “A los ojos”.
Al igual que en sus shows del Movistar Arena del año pasado, Calamaro mechó el riff de Kashmir como intro y final de “El día de la mujer mundial”, una equiparación de clásicos que puede parecer exagerada, aunque es bastante equitativa. Después, “Los aviones” lo tuvo afianzado en su rol de crooner, capaz de pasar de ese aire introspectivo de madrugada para luego decantar el tema en “El ratón”, de Cheo Feliciano. No sería el único guiño de la noche: poco después, “Tuyo siempre” convertiría su coda en el leit motiv de “Mil horas”, lo más cercano a una referencia a su pasado abuelo. De ahí en más, Calamaro pasó de nuevo a la eléctrica para una serie de canciones que suenan, sonaron y sonarán cada vez que alguien empuñe una guitarra criolla en un fogón o en una reunión. “Cuando no estás”, “Mi enfermedad”, “Me arde”, Crímenes perfectos”, “Alta suciedad” y “Flaca” le abrieron paso al cierre con “Paloma”, una canción que no estuvo destinada a ser hit pero que fue adoptada por el público de festivales como tal. De nuevo en el escenario tras unos minutos, Calamaro y su banda entraron de lleno en el pulso zigzagueante de “Estadio Azteca”, para una verdadera despedida electrificada. Con un redoble, “Los chicos”, ese homenaje a los amigos que ya no están, se convirtió en “I Want You (She’s So Heavy)” de The Beatles, para finalmente desembocar en “El salmón”. En hora y media, Andrés dejó en claro cómo se hacen las cosas a la hora de un festival.
En calidad de debutante en el Quilmes Rock (su despegue con Post Mortem fue posterior a la anterior edición), Dillom llegó al festival ya no como talento aspirante a las grandes ligas, sino como figura consagrada. El tándem indivisible de “(Irreversible)” y “Coyote” abrió de una patada la puerta ante los incrédulos e indecisos que miraban con cierta desconfianza al autodenominado super rapero nacional proclamar que se siente como Mick Jagger al coger con rolingas. Dillom no dudó en hacerse eco de esa mirada retrógrada y cuestionadora y desafió a sus haters (y de paso, también al machismo): “Al que piense que no soy rock, que venga y me rompa el orto”. Después, dado que su show era en el mismo escenario en el que Andrés Calamaro tocaría poco después, amagó con su presencia antes de “Mi peor enemigo”, una ausencia que fue menos sufrida que la de Lali en “La carie”, donde sacó a bailar a un maniquí como si se tratara de un cuerpo embalsado. Luego, de peluca y máscara, subió la intensidad al traer al festival el relato de un femicidio en primera persona (“Muñecas”), antes de hacer la primera carga política explícita del fin de semana (“El día que muera, morirá Milei”, reformuló en el estribillo de “Buenos tiempos”. Entre tanta intensidad, “Cirugía”, “220” y “Ciudad de la Paz” ofrecieron un bálsamo antes de la despedida agridulce de “Reiki y yoga”. Como ornamento final, el escenario luego fue tomado por ex combatientes de Malvinas, mientras Flavio Cianciarulo tocaba el Himno Nacional Argentino en su bajo, mechando el tema con “Post Crucifixión” y “Mañana en el Abasto”.
Proclamarse ser la disco en un festival que empuña la bandera rockera puede sonar como provocación, algo que en manos de Emmanuel Horvilleur puede ser también el combustible creativo ideal de un show que hizo colapsar la capacidad del escenario PopArt. “Supersuave”, “19” y “Llamame” aportaron melosidad y sugerencia, mientras que “Radios” y “Tu hermana” elevaron la temperatura a estándares rockeros. En el medio, Zoe Gotusso no desaprovechó la oportunidad de sumarse a “Amor loco”, pare replicar lo que había hecho en el mismo escenario poco antes durante el set de Juan Ingaramo, donde interpretó “Dos extraños”.
A lo largo de los años, Turf fue haciendo de los festivales su terreno natural, de ahí que su paso por la edición 2025 del Quilmes Rock condensase giros y sorpresas en un tiempo acotado de duración. Joaquín Levinton y compañía tenían por delante la tarea titánica de retener la atención del público en el escenario PopArt, mientras en el otro extremo de Tecnópolis, Andrés Calamaro (una referencia clave del adn turfero) destilaba un arsenal de sus hits. “Disconocidos” y “No se llama amor” fueron sumando nuevos conversos, y “Cuatro personalidades” terminó de sellar esa unión entre artista y público. Con el clima ya resuelto, el swing cadencioso de “Malas personalidades” sumó un punto extra cuando Levinton invitó a una fan a cantar con él el último estribillo de la canción. Pasada la euforia de cambio de milenio de “Loco un poco”, el cantante hizo apagar las luces del escenario para que el publico iluminase a la banda con sus celulares durante una versión de “Magia blanca”, con la presencia virtual de Mateo Sujatovich. Más adelante, el paso fue hacia el terreno de lo real, cuando Milo J se acopló a la banda para la reversión de “Pasos al costado” que grabaron juntos para Polvo de estrellas, el inminente nuevo disco de Turf. Y como todavía quedaba lugar para una sorpresa más, durante “Yo no me quiero casar, ¿y usted?”, quien se sumó al show fue Emiliano Cortés, conocido como el imitador de Jagger que particioó en el video original en 2002, y que se reencontró con la banda dos décadas más tarde para el documental del Quilmes Rock. De yapa, el cover de “Quieren rock”, de Intoxicados, un himno con un título con una pregunta que se responde sola.
En una veta completamente distinta, y casi como continuación natural de los excombabientes de Malvinas que habían subido al escenario después del show de Dillom, Las Pelotas hizo una cuenta a cuatro y arrancó su show con “Capitán América”, más declaración de principios que canción dado su nuevo contexto. A partir de ahí, Germán Daffunchio y compañía emprendieron un viaje a su carrera post 2001, con Esperando el milagro (“Día feliz”, “Será”, “Tormenta en Júpiter”) y Brindando por nada (“Hasta el fondo”, “Víctimas del cielo”) como pivotes de una lista que tuvo espacio para la introspección (“Personalmente”, “Veoyover”) pero también para la descarga necesaria (“Si supieras”). Y si la ausencia de Alejandro Sokol es de por sí un vacío imposible de llenar, la presencia escénica de Gabriel Dahbar funcionó como paliativo en “Hawaii”, “Día feliz” y “Brilla (shine)”.
Con la banda ubicada sobre el escenario y Manuel Moretti plantado en la punta de la pasarela, Estelares tomó las riendas del escenario Rock con un set que no escatimó en hits ni golpes de efecto. Así como en la edición 2022 la banda platense había optado por hacer un show que le esquivó a los grandes éxitos y privilegió a su repertorio más lúgubre y existencialista, el sábado en Tecnópolis la postal fue diametralmente opuesta. El riff de “Aire” fue el puntapié de un show que se atuvo a las canciones de mayor rotación como estandarte, con “Doce chicharras” y “Solo por hoy (chica oriental)” como primeras muestras. Después, Moretti bromeó sobre qué oportuno era el nombre de la siguiente canción (“Melancolía”) para el espíritu de su propia obra, justo antes de ese relato en primera persona de un corazón roto de “Ella dijo”. La trifecta entre “Ríos de lava”, “Rimbaud” y “Alas rotas” prometía un viaje al costado más oscuro de Estelares (que dominó sus primeros años, pero que cada tanto reaparece como caramelos desperdigados en su obra), hasta que “Un día perfecto” dio paso a la última cuota de emotividad festivalera con “Es el amor” y el grito sentido de “El corazón sobre todo”, o como un pedido de ayuda puede volverse un sentimiento colectivo con el pasar del tiempo.
Mientras tanto, en la otra punta de Tecnópolis, Ella Es Tan Cargosa también sintonizaba con el ADN cancionero que comparte con Moretti y compañía. Rodrigo y Mariano Manigot, a modo de hermanos Gallagher salidos de Castelar, llegaron al Quilmes como parte de la celebración de sus 25 años como banda, con un set breve en el que las canciones de su debut homónimo tuvieron el protagonismo, y donde temas como “Llueve”, “Ni siquiera entre tus brazos”, “Botella al mar” y “En redondel” fueron credenciales más que suficientes para validar su sensibilidad compositiva. Casi en simultáneo y de espaldas a la avenida General Paz, Zoe Gotusso hizo crecer de a poco la intensidad, con un show que empezó sutil con “Pensando en ti” y “Carta para no llorar”, su feat. junto a El Kuelgue. “No hay nadie como tú” coqueteó con un intimismo que ganó protagonismo en “Desnuda”, y más aún en “Lara”, su despedida a una relación sentimental, para la que subió a una fan a compartir el micrófono. Después de tanta carga emocional, su versión de “Ayer te vi”, de Louta, fue una descarga necesaria, la prueba de que no hay mal que no se pueda erradicar con un buen silbido.