En su segunda jornada, el Primavera Sound Buenos Aires apostó por la intensidad desde temprano. Con el público recién ingresado al predio, Winona Riders buscó la manera de llevar a la plena luz del día su propuesta por demás nocturna, ahí donde la psicodelia valvular, el trance narcótico y las distintas interpretaciones posibles de viaje confluyen en un mismo espacio. A su continuación y en contraste, las canciones de Rayos Láser (especialmente “Se borró” y “Ya me hiciste mal”) parecieron moldeadas de fábrica para ser escuchadas en un día soleado, la muestra de que hay un hilo invisible que atraviesa la comunidad pop argentina en todas sus latitudes. Al terminar, Ryan fue otra evidencia más del recambio generacional que se vive en el under, capaces de pasar de canciones propias con destino de hit (“Poné un disco”, “Capaz”) a una versión fiel y rabiosa de “Una vela”, de Intoxicados.
“Están muertos de calor, vamos a hacer un show fresco”. Apenas había pasado el comienzo con “Sin disfraz”, y Marcelo Moura ya dejó en claro de qué la iba a ir el show de Virus en el Primavera Sound, con una cuota importante de hits para sobrellevar al sol abrasador. “Imágenes paganas”, “Me puedo programar” y “Amor descartable” asomaron en un primer tramo que también se permitió descartar canciones menos difundidas como “Ausencia”, cantada por Julio Moura -al igual que “Pronta entrega”- y “Destino circular”. Con Mario Serra de nuevo en sus filas, Virus demostró ser una elección clave para este tipo de eventos, con “Mirada speed”, “Hay que salir del agujero interior”, “Wadu wadu” y “Luna de miel en la mano” como pruebas de su legado eterno. Como parte de la misma narrativa, Viva Elástico comenzó en el Nobody is Normal recogiendo el guante de esa misma herencia de pop díscolo. “Rebeldía y swing”, “El dato”, “Imágenes de amor”, “Todos los problemas” y “Algo de mí, algo de vos” fueron un recordatorio más de que la banda de Ale Schuster tiene argumentos de sobra para reclamar el reconocimiento que merece.
Al punk no se lo entiende, se lo siente. ¿Cómo puede ser que una banda con nombre de repelente para mosquitos lleve al público de la esquizofrenia a la paranoia a la ira en bloques de canciones que rara vez pasan el minuto de duración? Fácil: al no hacerse preguntas y simplemente avanzar. Como auto de carreras, como tanque de guerra, como una rome plow. En temas como “Black Thoughts” o “Void You Out” , Off! pintó escenas de ciencia ficción, de agentes secretos de la CIA, de persecución… y para Keith Morris nunca hubo término medio.
Sin romper con la idea de convivencia pacífica y comunitaria que imperó en el festival, al momento de “What´s Next” fue notorio el tornado de pogo que se formó al centro, como un portal a una realidad alternativa donde el hardcore de los 80s todavía era el género del momento. No queda claro cómo entra tanta energía en cuatro tipos que sumados no deben llegar a los 250 kilos, pero ahí vale la pena recordar que son realeza del punk con horas de vuelo en Black Flag, Hot Snakes, Circle Jerks o Redd Kross. Todo se sucedió con rabia y urgencia, como si tuvieran que tocar cada nota para que no detonase una bomba atada a sus torsos
Al promediar la tarde, el escenario Heineken vivió una de las sorpresas más disruptivas de la jornada de la mano de Domi y JD Beck, dos niñxs prodigio del jazz multiforma. Sin que mediaran palabras, el dúo apostó por plantar su propuesta en un contexto atípico para este tipo de música, con Domi Louna vestida de rosa furioso y sentada sobre un inodoro rodeado de flores y plantas. En su economía de elementos, la dupla ocupó los espacios con gracia, donde los teclados jugaron un rol clave, con la batería llenando los espacios vacíos a fuerza golpes fantasma y compases perfectos con precisión quirúrgica de conservatorio. Con una propuesta dominada por la ejecución instrumental, el dúo favorito de Thundercat y Anderson .Paak tuvo que recurrir a la tecnología para poder conectarse con el público. “Como no hablamos español, pasamos estas frases por Google Translate,” explicaron antes de hacer una nueva aclaración. “Les queremos pedir que se tapen los oídos porque en este tema vamos a cantar, y somos una mierda” concluyó Domi antes de lanzarse a tocar “Take a Chance”. El aplauso masivo posterior les demostró que no tenían nada de qué preocuparse.
Antes y en el escenario lindero, Turf se encargó de librar batalla con el calor desde temprano. Apenas pasada “No se llama amor” y tras una excursión a la valla, Joaquín Levinton se encargó de revolear botellas de agua al campo para intentar mitigar a una masa candente. La única solución posible fue apostar por un repertorio que conjugó espíritu circense (“Cuatro personalidades”), aires de boite (“Kurt Cobain, “Malas decisiones”), y un último tramo con las canciones que pisaron fuerte en el espectro FM al momento del recambio de milenio (“Loco un poco”, “Magia blanca”, “Pasos al costado”, “Yo no me quiero casar, ¿y usted?”).
Como la princesa de fantasía que aparenta ser, Weyes Blood tuvo una entrada a escena épica, con vestido y capa de tul mientras sonaban los climas de ensueño de “It’s Not Just Me, It’s Everybody”, la canción que desde su propio título sintetiza un clima de época. “Esta es de 2016. ¿Se acuerdan cuando decíamos que era un mal año?”, soltó con una sonrisa antes de “Diary”, una canción de cuna élfica, con guitarras con tanto eco que parecían salidas del fondo de una caverna. “God Turn Me Into a Flower” mantuvo el aire en suspensión, con una melodía gélida y levitacional interpretada solo por voces y tres teclados, la antesala correcta para “Andromeda” y su dream pop encelofanado, con arreglos de slide allá Mazzy Star. Con una propuesta musical cinematográfica (no por nada el tema de cierre fue “Movies”), antes de “A Lot’s Gonna Change”, cuando desde el público le regalaron un DVD de Sandro, el súmmum entre realidad y metáfora.