La última vez que Pavement vino a la Argentina, las cosas habían sido raras. El demorado debut de la banda liderada por Stephen Malkmus se dio sobre el final de una gira reunión en la que las dinámicas entre sus cinco integrantes parecían agotadas o próximas a agotarse, con dos shows en La Trastienda en donde algo parecía no encajar del todo. Doce años, la imagen no podía ser más distinta: su regreso a Buenos Aires mostró una postal opuesta, con un grupo en comunión con el público pero también con su propia historia, sobre todo en sus ganas de recorrerla por todos los rincones posibles.
Hay también un detalle clave: entre esa primera visita y esta, Pavement se volvió una referencia sónica ineludible para la camada de bandas salidas de La Plata y la zona sur del Gran Buenos Aires en la última década y media, un modelo de conducta para la obra temprana de Él Mató a un Policía Motorizado, Las Ligas Menores y también para 107 Faunos, no por nada encargados de abrir el show del miércoles. Su legado no vive en el pasado, sino que además atraviesa el presente, a veces por fuera de los límites de lo imaginado como convertirse en un viral de Tik Tok con una canción que estaba destinada a permanecer el casi anonimato del lado B de uno de sus últimos singles.
Esa dinámica de lo impensado fue la que rigió la estructura del show, que comenzó con el protagonismo no en manos de Malkmus, sino a cargo de Scott Kannberg. “Kennel District”, un tema de Wowee Zowee, su tercer disco, fue una entrada en calor y también una manera de fijar de antemano las reglas de la noche: un repaso por los hits todo terreno, una buena porción de perlas de su catálogo y también una tajada de deep cuts, un buceo por los rincones más recónditos de su discografía. Ya con su vocalista al mando, “Silence Kid” caminó sobre terreno seguro, con “Stereo” como contraparte de ese repertorio que es reconocible con apenas dos notas de bajo, la alternatividad al palo. Y entre tanta disonancia y distorsión, la calma: “Starlings of the Slipstream” y “Summer Babe”, ambas con Bob Nastanovich en una segunda batería, un momento de serenidad mientras de fondo los estrobos de luces se movían con sutileza.
“Perfume-V” y “Transport Is Arranged” se encargaron de volver a hacer calentar las válvulas, con un desenlace inevitable en “Gold Soundz”, himno slacker por excelencia, que siguió luego en “Frontwards” y su máxima irónica (“Tengo tanto estilo que está desperdiciado”). El aire de psicodelia de hormigón de “The Hexx”, la única escala en Terror Twilight, y la melancolía de “Here”, de su álbum debut, unieron los puntos entre los dos extremos de su carrera discográfica, acomapañdas también por esa bossa nova de bordes ladeados que es “Zurich is Stained”. Y aunque peinen canas, los integrantes de Pavement todavía pueden canalizar la rabia con fuerza, como quedó en claro con “Unfair”, mientras Malkmus se arrojaba al piso y Nastanovich gritaba con ímpetu. Tal vez por eso mismo, la placidez fugaz de “Shady Lane” y “Harness Your Hopes” sirvieron para calmar un poco las aguas.
Para este regreso, Pavement sumó a sus filas a Rebecca Cole, de Wild Flag, y su presencia detrás de los teclados fue clave para que el gurpo sonase más sólido sin perder la frescura, algo reconocible en su solo honky tonk en “Range Life”, y también en la extensa jam delfinal de “Type Slowly”, a tono con los chistes sobre marihuana en los que se prendieron todos los integrantes de la banda. “Date w/ IKEA”, de nuevo con Kannberg en la voz cantante, le sumó sensibilidad pop al indie desaliñado, antes del tándem marchante de “In the Mouth a Desert” y “Trigger Cut” fundidas en una suerte de medley inesperado. “Two States”, o el híbrido entre Gary Glitter y la cultura MTV de principios de los noventa, sentó las bases para “Debris Slide”, la antesala de un final que funcionó como una postal de (otra) época gracias a “Fight This Generation”.
Después de un insólito ninguneo a “Spit On A Stranger” (uno de sus mayores hits, anotado en la lista después de “Fight…”), “Grounded” abrió la puerta a los bises para que “Cut Your Hair” se abriese paso con la fuerza de los rayos catódicos con los que alimentó a una generación entera hace ya tres décadas. Y como todo en Pavement parece realizarse de manera inversa a como indican los manuales, el final estuvo en el principio: “Box Elder”, de su primer EP, sirvió para coronar una noche que fue a la vez prueba de vigencia y reparación histórica.
























