A lo largo de 40 años, Los Fabulosos Cadillacs pasaron de acto de bares a fenómeno a lo largo del continente, de club de amigos a familia expandida, de banda en presente continuo a grupo en situación de regreso intermitente y de ahí a su actual presente, con sus protagonistas conscientes de su propia leyenda, capaces de enmarcarse en un tour que celebra sus cuatro décadas de historia como banda, como amigos, como familia.
En la primera de sus dos noches en Ferro, Los Fabulosos Cadillacs buscó recorrer todas esas aristas posibles en un show de dos horas y media en la que hubo hits a mansalva, incursiones en los márgenes de su repertorio y rescates arqueológicos de los rincones más remotos de su catálogo. Pasada la introducción instrumental de “Intro SRF Astral” en la que todos tomaron posiciones, “Manuel Santillán, el León”, “Demasiada presión” y el ska frenético de “Mi novia se cayó en un pozo ciego” aportaron la cuota necesaria de éxitos para el primer sprint del show. De a poco, Vicentico, Flavio y compañía empezaron a correrse del eje de “grandes éxitos en continuado con “Carmela”, “El genio del dub” y su cita a “Radio Kriminal” y “Calaveras y diablitos”, donde el vocalista se permitió ironizar con rol de entertainer refiriéndose al público presente como “the best crowd in the world”.
Y entonces, con la llegada de “Los condenaditos”, Los Fabulosos Cadillacs abrieron la puerta a otro de sus perfiles: el del grupo de la experimentación como bandera. El tema de La marcha del golazo solitario sonó en una versión más groovera y cadenciosa, un andamiaje sonoro que permitió convertir su coda en un medley extenso en el que se colaron fragmentos de “El muerto”, “La última curda” y “Averno, el fantasma”. Una vez que el tema parecía haber terminado, Flavio dio un paso al frente con su bajo y su impronta de rude boy para un solo de bajo que comenzó y terminó en el Himno Nacional Argentino y en el medio se paseó por “Mañana en el Abasto”, “Post Crucifixión”, “Libertango” y “Ramón, el indio hereje”, de su disco junto a Ricardo Iorio.
De ahí a los rescates históricos: con el agregado de dos bandoneones, “La vida” y “Estrella de mar” volvieron a sonar en vivo después de más de dos décadas, como parte de un mismo bloque junto a “Gallo rojo”, su homenaje al Che Guevara hecho canción. Acto seguido, la presencia de Pablo Lescano en el escenario buscó despojar todo rastro de solemnidad, con la readaptación en clave de cumbia de “Padre nuestro”, a la que se le incrustaron viñetas de “Perrito malvado” y “La danza de los mirlos”, antes de que “V centenario” fuera un recordatorio del rol clave que tuvieron Los Fabulosos Cadillacs en la expansión del rock como bandera a lo largo y ancho de Latinoamérica.
En todos estos años transcurridos, los integrantes de la banda se convirtieron también en familia con la llegada de sus hijos, que con el pasar del tiempo empezaron a seguir los pasos de sus padres. Más allá de que Florián Fernández Capello y Astor Cianciarulo son miembros estables del grupo hace ya una década, Jay y Coco Cianciarulo y Vicente Fernández Capello se sumaron como invitados a “CJ” primero y a “Cartas, flores y un puñal” después, antes de que el resto de los hijos presentes en el estadio se sumasen a “Vos sabés”, que culminó con Flavio descolgándose su instrumento para regresar al escenario alzando a sus nietos. La secuencia terminó con “Saco azul” y el ya clásico monólogo de Valeria Bertucceli, entregada a la interpretación y vestida con una remera y un short de San Lorenzo de Almagro, respetando la tradición familiar.
A la hora de demostrar cómo Los Fabulosos Cadillacs fue también clave en la difusión del reggae en la Argentina, “Siguiendo la luna” se fusionó con”Kaya” de Sumo, como dos caras de una misma moneda, y “Te tiraré del altar” parecía ir por la misma senda, con una cadencia dulzona hasta que un redoble la puso a ritmo de ska punk. Cerca del final, “Mal Bicho” y “El Satánico Dr. Cadillac” sonaron unidas por las distintas encarnaciones posibles del mal: de un lado, represores y genocidas; del otro, managers con pocos escrúpulos. Tras unos minutos de pausa, “Matador” y “Carnaval toda la vida” sonaron contundentes con el agregado de La Bomba de Tiempo como pivot rítmico, en lo que parecía la despedida definitiva de la noche.
Unos minutos después, quedó demostrado que todavía quedaba más. Bajo el grito de “¡Cadillacs 57” por parte de Sergio Rotman, la banda recibió en el escenario a Vaino Rigozzi y Luciano “Tirri” Giugno en lo que fue una reunión informal (y parcial) de la primera formación del grupo, lo que devino en tres canciones de su álbum debut, Bares y fondas: “Silencio hospital”, “Vos sin sentimiento” y “Belcha”. Luego de una nueva retirada, “Vasos vacíos» anticipó lo que sería la despedida definitiva, de la mano de “Yo no me sentaría en su mesa”, con Sr Flavio a cargo de las voces y Vicentico mudándose a las cuatro cuerdas por un rato. Después de lo que fue históricamente la canción que ofició de cierre de sus recitales, la multitud comenzó su lenta peregrinación hacia la salida hasta que la banda reapareció sobre las tablas para interpretar “Nro. 2 en tu lista”, una elección fuera de programa a tono con la circunstancia de que 40 años no se celebran todos los días.


































