miércoles, 22 octubre, 2025
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Lollapalooza 2025, día 1: hasta el fin de los tiempos

A lo largo de los años, Justin Timberlake fue niño estrella, galán de boy band y solista consagrado. Su presente lo encuentra lejos de cualquiera de esas etiquetas, y bastante más centrado en el lugar al que muchos aspiran pero pocos saben ocupar: el de entertainer. Como lo demostró su paso por el escenario Flow de Lollapalooza a modo de cierre formal del viernes, el ex NSYNC lleva en sangre ese magnetismo que lo hace capaz de sostener un show sin artilugios escénicos. Y si el manual indica que hay que empezar un show de headliner de festival con un golpe de efecto, Timberlake optó por hacer el camino inverso: “Mirrors”, “Cry Me a River” y “No Angels” fueron una puesta en marcha a base de baladas R&B a fuego lento. Y ahí, luego de una pausa para autografiar un fan art, las piezas se reconfiguraron para el comienzo del baile: “LoveStoned / I Think She Knows” y “Like I Love You / She Wants to Move” reivindicaron su costado más hedonista. 

Así, Timberlake demostró que su carrera solista y su magnetismo fueron suficientes para sostener una hora y media en la que de a poco, la euforia empezó a disiparse cuando el repertorio entró de nuevo en el terreno de las baladas y el formato acústico, hasta que “SexyBack” volvió a encender la chispa, hasta que llegó la hora de la retirada. Al momento de los bises, un piano eléctrico en la tarima fue la señal de una despedida lejos del calor de los cuerpos: “Until the End of Time” puso en relieve al Justin intérprete, uno de esos de los que cada vez abundan menos. 

El tiempo no parece pasar para Alanis Morissette. A sus 50 años, la cantante canadiense se encuentra celebrando las tres décadas de Jagged Little Pill, el álbum que la consagró como ícono alternativo a mediados de los 90. Su versión 2025 aparece contenida en las formas, pero el contenido sigue siendo igual de combativo: después del comienzo con “Hand in My Pocket”, las pantallas en “Right Through You” compartieron estadísticas sobre femicidios y desigualdades de género (un recurso que repetiría en “Can’t Not”)y el tema siguiente, “Reasons I Drink”, fue una carta abierta a su lucha contra el alcoholismo. De ahí en más, Morissette comenzó una recorrida biográfica en la que muchas canciones aparecieron apenas como viñetas (“A man”, “Sorry”, “Forgiven”, entre otras, fueron apenas una estrofa y un estribillo) y en donde se permitió cantar junto a su versión joven en pantalla. “You Learn” y “Head Over Feet” funcionaron como aliciente antes de un bloque acústico que puso a prueba la paciencia del público menos conocedor. La recompensa llegó poco después, con una última tanda de canciones con pesos pesados como “Ironic”, “You Oughta Know” y “Thank You” como valor agregado. Más tarde, mientras Justin Timberlake convertía a la pulsión sexual como motor de su presentación, en la otra punta del predio Mon Laferte optó por poner a la teatralidad como pivote de su set. Con una estética allá Moulin Rouge con bailarines andróginos, la cantante chilena logró congregar a una cantidad considerable de público, gracias a un repertorio imperecedero (“Amor completo”, “Tormento”, “Aunque te mueras por volver”) que tuvo en “Tu falta de querer” su merecido cénit. 

Pasaron muchas cosas entre el anterior show de CA7RIEL y Paco Amoroso en Lollapalooza y este. La listening party de Baño María en un jacuzzi gigante sembró la semilla que el dúo cosechó con su Tiny Desk y su posterior expansión global. Cato y Paco ridiculizaron ese crecimiento en Papota, un corto lisérgico dirigido por Martín Piroyanksy, que se convirtió a su vez en el motor de su regreso al Hipódromo de San Isidro. Una puesta en escena con dos inflables con sus rostros en versión chad y la dupla montada en un frasco gigante de esteroides abrieron la puerta a un universo donde convivieron el delirio y el virtuosismo melódico. Así, hubo lugar para el latin jazz deforme de “Dumbai, “Impostor” y “Mi deseo” para después evocar el espíritu de Prince en “Bad Bitch”. Luego de solicitar la complicidad del público en lo que anunciaron como el momento más emotivo de la noche, CA7RIEL y Paco Amoroso reaparecieron en el escenario sobre los hombros de dos fisicoculturistas para “Pirlo”, para después convertir la melancolía en euforia con “La que puede, puede” y “Sheesh”. Para el final, una selección de sus primeros singles (“Ola piba XD”, “Uoke”, “Cono hielo”) marcaron el camino hacia el absurdo final  con un elenco de fisicoculturistas tirando pasos y moviendo pectorales en “#Tetas” y “Día del amigo” para el cierre obligado con “El único”.    

Si lo de CA7RIEL y Paco Amoroso fue la celebración del hit en modo constante, Foster the People apostó por una política bien distinta, la de sostener un legado más allá de su mayor éxito. Por eso, la banda liderada por Mark Foster salió a escena con “Helena Beat”, uno de los hits de su debut, Torches, para empezar un recorrido que se paseó por sus cuatro discos de estudio de la manera más pareja posible. Convertido en el único miembro estable de la banda que lleva su apellido, Foster se pasea por el escenario como si se tratara del único protagonista de su historia. Sobre un chasis de pop electrónico, Foster the People apostó por el efectismo (“Houdini”, “Don’t Stop”) para también abrirle el juego a una neopsicodelia a escala de las pantallas gigantes de fondo. Con el público en tensión constante a la espera de su canción insignia, la banda finalmente entregó “Pumped Up Kicks” como merecido trofeo al momento de la despedida.

Si existe un punto de contacto entre The Beach Boys y el pop sintético (pero con tracción a sangre), seguramente cerca de esa intersección estarán los integrantes de Parcels. La banda de Byron Bay encuentra su razón de ser en un modelo de canción sostenido por el ritmo (clave el rol pivotal del bajista Noah Hill) y también por las filigranas de la guitarra de Jules Crommelin, y también en un modelo de composición donde no parece haber respuestas incorrectas, como lo dejó en claro el tecladista Louie Swain con su remera de Deftones. Al igual que otros artistas del festival, Parcels se permitió tocar en su set un single estrenado hace solo días (“Leaveyourlove”, lanzado la semana pasada) y dedicarle el tiempo a que su clima fuese de menor a mayor, una política que continuó también en “Safeandsound”. Y aunque su show pareció conocer solo dos matices (canción intimista o efervescencia pop), “Bemyself” y “Free” fueron la muestra de que la síntesis no es mala cuando sabe cómo ejecutarse.

En medio de una programación sostenida por la diversidad, Los Ángeles Azules ocuparon el lugar que en otras ediciones ocuparon La Mona Jiménez, Damas Gratis o Grupo Frontera, con la intención de poner un ritmo regional en diálogo con el espíritu del Lollapalooza. Y aunque el grupo de los hermanos Mejía Avante no parecía un número puesto en la grilla, su repertorio se ocupó del resto. “Otra noche” fue una dosis precisa de cumbia mexicana antes de que el vocalista invitado Américo se adueñase del protagonismo en “20 rosas”. Después de una coreografía en “Cumbia del infinito”, con todos los vocalistas girando en su lugar como si estuvieran orbitando, Angela Leiva sumó su voz para “El listón de tu pelo”. ¿Hubo más hits? Por supuesto: “Perdonarte”, “Cómo te voy a olvidar”, “El amor de mi vida” y una versión de “Y tú te vas”, de Natalia Lafourcade, pusieron la balanza en orden.

Mientras el calor se hacía notar fuerte en el predio, Planta combatió fuego con fuego de manera literal, encendiendo llamarada al momento en que el sol no daba clemencia. “Incógnito” fue la puerta de entrada a un show de sensibilidad melódica pero con alma raver, con graves al pecho, vocoders y una cuota de delirio que no desestimó la concientización social cuando Ignacio Laspada agitó “No es normal que te digan que te van a reprimir en el tren” sin cortar la fiesta. Después, la española Ana Mena salió a dominar el escenario Samsung con un show en situación de coreografía constante que se adueñó de una franja horaria de primera tarde con la misma voracidad que como si se tratara de un acto central. Mientras, en la otra punta del predio, Darumas sacaban bandera de su pluralidad de naciones (bajista argentina, guitarrista estadounidense, cantante haitiana) para un show con abundante pulso funk. Hubo espacio para el hit autorreferencial (“Daruma”), el estreno en vivo de un single de cosecha reciente (“Puerta abierta”, publicado hace solo dos días, y también una versión muscular de un hit de Alejandro Sanz, hasta poner el moño con un guiño a “Seven Nation Army” antes de “La llamada”.

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