viernes, 3 octubre, 2025
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Dillom en el Luna Park: teatro de operaciones

A diferencia de muchos de sus compañeros de camada, para Dillom su obra se maneja bajo un concepto integral. Por cesárea, firme candidato a disco nacional del año, demostró que para Dylan León Masa las canciones no solo se consumen juntas y no sueltas, sino que además lo hacen con un concepto que las unifique. Con eso mismo en mente, su serie de shows en el Luna Park para presentar el álbum corría con un desafío similar: cómo hacer que la narrativa de esas doce canciones se mantuviese firme sin alterar la dinámica de un recital con sus picos y mesetas. La respuesta estuvo en apostar por recursos analógicos y componentes teatrales que potenciaron el impacto de un repertorio de por sí destinado al shock, un laberinto del terror a conciencia.

Con los laterales del escenario decorados con algo que simulaba ser tejido cutáneo muerto y un gran corazón en descomposición colgado a modo de bola de espejos en el centro de la sala, Dillom y su banda pegaron fuerte de entrada: después de mostrarse a contraluz en un telón blanco atravesado por una cicatriz durante los mazazos de “(Irreversible)”, la cuenta a cuatro de “Coyote” puso al punk acelerado como primera muestra. Sin embargo, lo que siguió se paseó por el terreno del rap, primero con “Piso 13”, después con la siempre provocadora “Mick Jagger” (“Me gustan las que no van al psicólogo / si querés, yo puedo ser tu ginecólogo”), y remató con “Pelotuda”. Ya con Juan López en el escenario, Dillom dio paso a la teatralidad y se sentó en un trono con un ramo de globos blancos para entonar “La novia de mi amigo”, mientras de fondo Alejandro Terán y su Cuarteto Divergente envolvían la canción en un arreglo de cuerdas.  

Pasada “La primera”, y la transición teatral de “(Mentiras piadosas)” con Broke Carrey sentado a un viejo piano de pared, la aparición fantasmal de Lali en el telón de fondo durante “La carie” enfatizó la narrativa de Por cesárea: a partir de ese momento, Dillom se puso en la piel de un personaje en un viaje descendente hacia la locura, dándole una nueva connotación a “Rili rili”, de su primer disco, Post Mortem. Esa caída hacia los confines oscuros de la mente se acentuaron también en “Mi peor enemigo”, grabada junto a Andrés Calamaro, y también en el brote de furia de “Buenos tiempos”, la declaración de principios de alguien que siente que ya no tiene nada que perder. Por fonética, su estribillo (“El día que muera moriré en mi ley”) también puede tomarse por un statement político, sobre todo cuando lo que le siguió a continuación fue un a capella de su participación en “1312”, de Pussy Riot (“Antes muerto que policía de la federal / No voy a la comisaría, puta, me hace mal  (…) Yo les digo que estoy limpio y me revisan igual (…) Yo quiero mata’ un federico, ah / Ese e’ mi sueño desde chico, el otro es hacerme muy rico”).

Dillom
Foto: Godymex / Gentileza Bohemian Groove

Con la frontera desdibujada entre persona y personaje, “Ola de suicidios” volvió a imponer al punk como norma, con las guitarras bien al frente, un recurso que sirvió para imponer el riff de “Personal Jesus” a la intro de “Reality”, que sonó tan intensa como en el Movistar Arena. Ese clima entre industrial y mortuorio continuó con “Ovario”, a la que se acopló Ill Quentin, y el paso lento de “Side”, justo antes de que el dramatismo subiese un peldaño más. Para “Post Mortem”, Dillom salió a escena con una máscara allá Michael Myers, a lo que luego sumó un vestuario de mujer para “Muñecas”, la canción que mejor sintetiza el universo enrevesado de Por cesárea. Lo que comienza como una vivaz canción de amor, empieza a enredarse más y más en las obsesiones de su protagonismo, hasta terminar con un femicidio en el disco, y con el acting de un harakiri en el escenario. 

Después, un niño subió a escena a hacer las veces de un joven Dillom en “Últimamente”, el kilómetro cero de la narrativa de su nuevo disco, y también el origen de los conflictos: un hijo que tiene que lidiar con una madre enferma termina convirtiéndose él también en un monstruo. El sofocón era inevitable ante el nivel de horror, y por eso mismo “Cirugía” fue una válvula de escape necesaria, con El Gringo soltando el riff de «Sweet Child o’ Mine» sobre el final. Sin poder ocultar la emoción, la despedida llegó de la mano de “220”, con Fermín Ugarte como un integrante más de la banda, y después de un amague, llegó el epílogo liberador de “Ciudad de la paz”, la canción donde el personaje de Por cesárea deja de sufrir tras una vida conflictuada. Pero en el vivo, Dillom decidió invertir los roles, ya que después de ese tema, la despedida final fue con “Reiki y yoga”, la banda de sonido de una mente atormentada en el paso previo a tomar la decisión final. El clima subió y subió hasta que una nube de humo gris tapó al cantante, y una vez que se disipó él ya no estaba ahí. Mientras eso pasaba, sobre el campo comenzó una lluvia de nieve artificial, dejando al publico y al Luna Park como un esfera de vidrio ideada por Tim Burton, otro que sabe sacar belleza de las pesadillas.

Foto: Irish Suárez / Gentileza Bohemian Groove
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