Por una noche. Esa era la consigna del desembarco en el Buena Vibra de Illya Kuryaki and the Valderramas: un único reencuentro a ocho años de su último show juntos. Y lo que podría haber sido la puerta de entrada a un show dominado por la nostalgia fue en realidad la prueba de la vigencia de un repertorio que nació en los márgenes y fue acomodándose hacia el centro de la escena con el pasar de los años. Que gran parte del pop actual lleve en su ADN un pulso R&B es un acuse de recibo del legado de Emmanuel Horvilleur y Dante Spinetta, y por eso mismo canciones como “Expedición al Klama Hama” (encargada de abrir el show, con un comienzo en falso por un problema técnico), “Helicópteros”; “Ula Ula” y “Chaco” no sólo recorrieron los extremos temporales de la historia de IKV, sino que demostraron que todas sus versiones posibles (el rap deforme, el funk lascivo) siguen sonando frescas y relevantes.
No es casual que en esta versión 2025 de IKV estén el tecladista Alex Intrini y el percusionista Carlos Salas, ambos integrantes de Cindy Cats, el combo de instrumentistas que cerró el escenario lindero del Buena Vibra. El pulso de sangre joven se convirtió en el combustible del motor en “Jaguar House”, “Jugo”, “Latin Geisha” y la indicativa “Coolo”. Entre hedonismo, calor y provocación, el eterno homenaje a Luis Alberto Spinetta en “Águila amarilla” prometía intimismo y reflexión, hasta que “Adelante” volvió a poner los cuerpos en movimiento. En un último sprint, el medley entre “Funky futurista” y “Yacaré” y “Gallo negro” parecían sugerir que el repaso histórico de Illya Kuryaki and the Valderramas tendría bastante de su pasado más reciente, pero no fue más que una falsa alarma: “Jennifer del Estero”, “Remisero” y “Abajarame” fueron una perdigonada de clásicos necesaria para cerrar un regreso fugaz que deberá servir de tentempié hasta nuevo aviso, que quizás llegue más pronto de lo esperado.
Aunque su presentación comenzó bien entrada la madrugada, el show de MARTTEIN en el Buena Vibra había comenzado bastante antes. Desde temprano, Martín Olivera recorrió el predio con un megáfono y un cartel hecho a mano para promocionar su paso por el escenario alternativo una vez terminado IKV. La estrategia funcionó: mientras una parte del público emprendía la retirada, una porción aún mayor se congregó frente al tablado para ver de qué la iba el asunto. En poco más de media hora, MARTTEIN demostró que es capaz de sostener un set caliente a base de economía de recursos: tan solo una guitarra y un sintetizador con pistas fueron los únicos soportes necesarios para recrear el espíritu eufórico de su debut homónimo. Con el audio por encima del límite de la saturación al igual que en su versión de estudio, el ritmo madchesteroso de “Sabor”, “Adelante” y “ El rubio” se sostuvieron a puro histrionismo y entrega. Sin solución de continuidad, Juana Rozas se incorporó en “Cachetazo” antes de que (un clon de) Dillom hiciera su aparición estelar en “Llamalo”. Después de aparecer en una guillotina con la bandera patria, MARTTEIN se despidió con “AAA” y ese estribillo autodefinido (“Soy un fracaso pero en el antro hago que griten”) que logró convertir en estandarte de su identidad actual.
A su manera, Louta también convirtió al Buena Vibra como lugar para su regreso. Después de dos años sin presentarse en vivo, Jaime James apostó fuerte con un espectáculo de alto impacto teatral, secundado no solo por una banda ajustadísima, sino también por un cuerpo de baile y un camarógrafo en escena como recurso constante. La siempre vigente “Todos con el celu” marcó el tono del resto de la jornada, que tuvo la presencia de Marilina Bertoldi en “Uacho” y el regreso de Zoe Gotusso para el feat de “Ayer te vi”. Louta parece hacer caso omiso del título de su propio hit y se come la peli, y tiene con qué hacerlo, gracias a la certeza de saber armar un show que logra esquivar la monotonía y los caminos fáciles.
Con el estreno en vivo en tierras porteñas de “El ritmo”, primer adelanto de Vándalos, Bandalos Chinos se plantó con firmeza en Ciudad Universitaria. La banda liderada por Goyo Degano encaró un show centrado en las canciones de BACH, su álbum debut, quizás como ejercicio nostálgico antes de que el nuevo disco imponga la agenda en abril. Con una ráfaga de hits como garantía (“Departamento”, “Mi fiesta”, “Paranoia Pop”, Bandalos Chinos se despidió con “Vámonos de viaje”, mientras las pantallas anunciaban su desembarco para el Movistar Arena el 14 de agosto. Su show sintonizó con lo que El Zar había evocado horas antes, que se paseó entre las canciones de Rio Hotel e incluyó un amague de una versión de “Ciudad de pobres corazones” que se diluyó en “Bandido”.
Lejos del alto impacto, Marilina Bertoldi demostró que menos siempre puede ser más. En formato duo set de guitarra y batería (y un ocasional paso por los teclados), desgranó pulsión rockera sin discreción en “Cosa mía”, “Pucho” (con cita a “Abarajame” incluida) y “La cena”, en un show cargado de explosión política (con imágenes en pantalla de Javier Milei y Elon Musk besándose) que sirvió también como plataforma para el anuncio de Para quién trabajás, su inminente nuevo disco. Parte de ese espíritu incendiario estuvo presente más tarde en el set de Winona Riders en el escenario alternativo, que repasó entero y en orden las canciones de su álbum debut, Esto es lo que obtenés cuando te cansás de lo que ya obtuviste.
Las canciones de Alex Anwandter parecen vivir en una efervescencia constante. Con soltura e histrionismo, el músico chileno encaró su repertorio con espíritu de discoteca, al punto de que cada final se convertía en el comienzo siguiente, como un DJ set interpretado en tiempo real en el que “Unx de nosotrxs”, “Ahora somos dos” y “Gaucho” representaron las diferentes aristas posibles del pop fervoroso. Con distinta búsqueda sonora pero mismo resultado, Militantes del Climax optó por invocar al baile en forma de una big band capaz de poner al funk y el hip hop como plataforma de despegue, una búsqueda que mantenía algún vínculo filiatorio con el R&B omnipresente en el show de Lara91K, que convirtió al Buena Vibra en el terreno de otro regreso, esta vez inesperado: el de Coral Casino con la aparición de Roque Ferrari.
“No estaba interiorizada en el tema de los festivales. Soy de libra, o sea, digamos”. Ni Juana Molina pudo escapar a la agenda política, aunque más no fuera como un paso de comedia para descomprimir el aire de un set intenso, con el baterista Diego López de Arcaute como único ladero. Una guitarra procesada para sonar como una abeja robot y la catarata de loops de “Cara de espejo” parecían el manual de instrucciones de una receta perfeccionada en “Paraguaya” y “Ay no se ofendan”, con su esqueleto rítmico construido a partir de jadeos y chasquidos sampleados en tiempo real. Más tarde, en el escenario alternativo, D.I.E.T.R.I.C.H. emprendió su viaje privado de post rock alimentado a literatura beatnik, con sus seis integrantes encapuchados, la eliminación de la identidad sobre la creación colectiva.
Con el sol de lleno en la cara, Feli Colina aportó una cuota de folklore galáctico al Buena Vibra que también incluyó una viñeta de “Trigal”, de Sandro. “Fundemos una empresa, hagamos como Steve Jobs. Llenémonos de plata, compremos muchas cosas, sintámonos vacíos”. Bajo una apariencia inofensiva, Alan Sutton y las Criaturitas de la Ansiedad fueron de los primeros en lograr que una canción de su repertorio (en esta caso, “Tutank’mon”) funcionara como statement político cuando el sol todavía pegaba fuerte en el Buena Vibra. Una ajustadísima versión de “La grasa de las capitales” fue el punto alto de un show que supo moverse entre el pop punk (“Hijo pródigo”) y el cuarteto irreverente (“Nicolas Cage”). Después, 1915 amagó con pisar el acelerador a fondo con un comienzo a pulso rabioso, que apenas se deshizo en el aire apeló a una buena dosis de soul blanco con conciencia social (“El enemigo”, con imágenes de Madres de Plaza de Mayo en las pantallas de fondo). Después de que Blair se sumase a enriquecer “Resaca”, las guitarras cobraron protagonismo en “Los años futuros” de manera continúa hasta el cierre con “Policía”.