En 1902, al comienzo del siglo XX, el pionero cinematográfico francés Georges Méliès sentó las bases de la ciencia ficción con El viaje a la luna, una película muda basada en la obra de Julio Verne y H.G. Wells que revolucionó el incipiente mundo del cine. En el otro extremo temporal, casi al borde del cambio del milenio, Air recogió el guante a su manera con Moon Safari, su álbum debut. A su manera, el disco retomó esa misma senda de fantasía y ensueño para crear una obra tan atemporal que sigue sonando vigente, como quedó a la vista en su show en el Movistar Arena del miércoles.
Parte del encanto de Moon Safari radica en dos componentes: la electrónica abordada desde la parafernalia vintage, a la que se le suma el factor humano. En un lateral del escenario,Jean-Benoît Dunckel rodeado de sintetizadores retro y modulares; del otro, Nicolas Godin con más teclados y su bajo de escala corta, más alguna ocasional guitarra. Entre ambos, el baterista Louis Delorme, encargado de aportar tracción a sangre y humanizar a las máquinas. Sin más artificios, Air hizo un recorrido lineal de su obra cumbre, que comenzó con el carreteo suave de “La femme d’argent”, la puerta de entrada a un universo contemplativo que buscó respetar los originales con mínimas alteraciones dependiendo del caso.
La siguiente parada del viaje fue “Sexy Boy”, con la pantalla y las luces oficiando de un telón estelar. Después, al momento de All I Need, la voz sampleada de Beth Hirsch sirvió como excusa para permitirse jugar con las formas del original y potenciar su efecto narcótico. “Kelly Watch the Stars”, en cambio, fue una réplica fiel del original, con imágenes en pantalla de una partida de Pong en una consola Atari; “Talisman”, en cambio, fue oportunidad ideal para llevar su clima de sonoridades mínimas a las interpretaciones enérgicas de Delorme. Ese subidón rítmico le abrió el paso a “Remember”, interpretada por el público como una invitación al baile que no fue tal, justo antes de “You Make It Easy” y su bossa nova galáctica, hermanada con “Ce matin‐là” y su easy listening retrofuturista, como si Burt Bacharach estuviera al piano del Tranquility Base Hotel + Casino ideado por Alex Turner.

“New Star in the Sky (Chanson pour Solal)” y la autoexplicativa “Le voyage de Pénélope” pusieron final al repaso de Moon Safari. Tras una breve pausa, lo que siguió fue un repaso centrado en sus dos álbumes siguientes: 10000 Hz Legend y Talkie Walkie. Así, la electrónica a paso lento de “Radian” le hizo lugar a “Venus” y sus climas sostenidos por ese piano que siempre parece estar a punto de empezar. Esa idea de música de ensueño continuó con “Cherry Blossom Girl”, con las voces de Godin y Dunckel en un falsete como si fueran personajes de animé, un aire sutil y quebradizo que se evaporó ante la llegada de “Run”, una pieza polimórfica que empezó como una extraña invitación al baile para después a ponerse cada vez más abstracta como una gragea disuelta en agua.
Dentro del recorte temporal que propuso el show, una escala en la banda de sonido de Las Vírgenes Suicidas aparecía como una parada obligatoria. La expectativa por escuchar “Playground Love” era tan alta como la chance de que eso no ocurriese, al no contar con la presencia de Thomas Mars, de Phoenix para hacerse cargo de la voz principal. Air sorteó el asunto con elegancia al interpretar en su lugar su versión instrumental, “Highschool Lover” . Y ahí donde todo estaba seteado para mantener un mood frágil e íntimo, la dupla apretó los dientes con “Don’t Be Light”, o una aproximación posible a la fuerza punk desde su universo propio.
Tras una nueva retirada del escenario, una nueva aproximación al mundo del cine de Sofía Coppola, esta vez con “Alone in Kyoto”, uno de los pasajes clave de Perdidos en Tokio, donde al minimalismo del grupo se le sumaron ribetes de cultura oriental. La paradoja de Air: sonidos de instrumentos milenarios pero ejecutados desde un sampler. Sobre el cierre, Godin tomó su micrófono para cantar con la voz pitcheada como si fuera un robot nostálgico analizando sus quehaceres: “Los sintetizadores me dieron alas. Me hicieron pasar por samplers de 12 bits. Somos intérpretes electrónicos, somos electrónica”, entonó con la gola deformada en “Electronic Performers”, y nunca un show tuvo un cierre tan atinado para poner en palabras lo que había ocurrido en la hora y media anterior.
